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Capítulo 4

Author: Dulcecita
Cuando David le preguntó si su vida íntima era satisfactoria, Clarissa se quedó petrificada. Sus ojos parpadearon con obvio desconcierto.

—¿Qué… ?

David supo que lo había escuchado, así que, en lugar de repetir la pregunta, cambió de tema.

—¿Tienes pruebas de la infidelidad?

—Sí.

Sacó el celular del bolso. Encontró la foto.

En la imagen, su esposo cargaba en brazos a una mujer delgada. Llevaba los tacones de ella en una mano mientras caminaba hacia el pasillo del edificio.

Al verla de nuevo no pudo contenerse. Bajó la mirada y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. David miró la foto con sorpresa.

—No puede ser. ¿Es ella?

Clarissa se extrañó.

—¿La conoce?

David asintió.

—Se llama Camila Ortega. Era la ex de tu esposo. La vi hace años en una reunión familiar y me llamó la atención porque se parece mucho a ti.

Así que era eso. El gran amor de Adrián había vuelto.

“Tal vez nunca terminaron, ni siquiera después de que nos casamos. Ahora está embarazada y regresó para obligarme a dejarle el camino libre”. Pensó Clarissa.

En su mente, las piezas de la historia que desconocía comenzaron a encajar.

—Por cierto, deberías preguntarles a tus padres o a tus abuelos si tienes alguna prima o pariente lejana que se llame Camila —dijo David.

Clarissa no entendía por qué. Estaba segura de que nunca había visto a esa mujer, ni había oído hablar de ninguna Camila en la familia.

“¿Pero cómo es que también se apellida Ortega? ¿Será coincidencia?”

—Es muy raro que dos personas sin ningún parentesco se parezcan tanto —expresó David, compartiendo su duda.

Clarissa tuvo una fuerte premonición. ¿Qué relación tenía realmente con Camila?

—Aparte de esta foto, ¿tienes alguna otra prueba? —volvió a preguntar él.

Su voz la trajo de vuelta a la realidad.

—Por ahora, es lo único que tengo.

—Lo siento, pero esto no sirve como prueba legal. Para empezar, es un lugar privado y, además, no están haciendo nada más íntimo, como besarse.

Explicó con rigor profesional:

—Con esto, hasta una demanda de divorcio sería desestimada, ya ni hablemos de la división de bienes.

Clarissa recordó algo.

—¡Es cierto! ¡La amante está embarazada!

Su rencor hacia ella era tan grande que ya no podía obligarse a usar su nombre; en su mente, solo era la amante. David alzó la mirada, interesado.

—¿Tienes pruebas de eso?

Clarissa se mordió el labio y negó.

—Un registro de embarazo no es suficiente para probar la infidelidad —continuó él—. Habría que demostrar que la concepción ocurrió durante tu matrimonio y, lo más importante, se necesitaría una prueba de paternidad.

Entendió, pero no podía esperar a que Camila diera a luz para hacer una prueba de paternidad. Quería divorciarse cuanto antes.

—¿Y si no pido la división de bienes? —preguntó Clarissa.

David la observó con un tono de compasión en la mirada.

—Él es el culpable principal. Podrías exigir más del setenta y cinco por ciento de los bienes. Claro, el abogado que tome el caso necesita experiencia internacional, porque Adrián ha movido su patrimonio a Valmeria. Y yo me especializo en eso.

Ahora entendía por qué Marcos le había dicho que la división de bienes no sería fácil: muy pocos abogados en el país tenían la capacidad para litigar casos transfronterizos.

—Más que la división de bienes… —David tamborileó los dedos sobre la mesa, y su voz sonó clara y directa—, lo que más me interesa saber es si estás dispuesta a terminar con este matrimonio de una vez por todas.

Al escucharlo, en la mente de Clarissa apareció la imagen de Adrián arrodillándose frente a ella.

“Clari, te amo. ¿Quieres casarte conmigo y ser mi esposa? Prometo amarte, cuidarte y serte fiel para siempre. Jamás te traicionaré”.

Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas otra vez. Aquellas promesas ahora solo le causaban un profundo dolor.

Al verla en silencio, dudando, David añadió con más suavidad:

—No tienes que responderme ahora. Piénsalo con calma. Si no estás lista para el divorcio, podemos dejarlo como una plática entre amigos. No te sientas presionada. Pero si decides seguir adelante, prepárate, porque esto será una pelea. Él ya no será tu esposo, será tu adversario. Usaré todas las herramientas a mi alcance, por duras que sean, para conseguir el mejor resultado para ti. Incluso si eso significa arruinar su reputación y dejarlo en la quiebra. En muchos de mis casos, quienes traicionan a su familia terminan pagando muy caro.

Cada una de sus palabras le cayó encima a Clarissa con una fuerza abrumadora.

Solo había querido una separación amistosa, pero sabía que si David tomaba el caso, Adrián no saldría bien librado.

Muchos de los socios de la empresa tenían fuertes valores familiares y religiosos que daban gran importancia a la fidelidad. Si la infidelidad de Adrián se hacía pública, perdería muchísimos clientes.

Ahora que el grupo estaba en plena expansión internacional, esa debía ser una de las razones principales por las que Adrián se negaba a divorciarse.

—Gracias por el consejo. Necesito pensarlo bien. ¿Me podrías dar tu número? —dijo ella.

David la miró fijamente por un par de segundos. Su mano se movió hacia el tarjetero; no tenía la costumbre de agregar clientes a sus contactos personales, normalmente solo les daba el número del despacho.

Sin embargo, en un cambio de parecer, tomó su celular.

—Si necesitas algo, contáctame cuando quieras. No te preocupes por ser una molestia.

Clarissa lo agregó a sus contactos. Mientras lo hacía, le dio las gracias de nuevo.

En ese momento, alguien tocó la puerta y Daniela entró.

—David, Clari, ¿vamos a comer algo juntos?

Daniela pensó que, después de un día tan terrible, lo mejor que podía hacer como buena amiga y cuñada era llevar a Clarissa a comer algo delicioso junto con Marcos. Creía que no había mejor remedio para levantar el ánimo.

Además, era la oportunidad perfecta para celebrar el regreso de David al país. Clarissa, por supuesto, no se negó.

***

Marcos condujo, con Daniela en el asiento del copiloto. Llevaron a Clarissa y a David a una marisquería elegante.

Para consolar a Clarissa, Daniela se pasó la cena desmenuzándole la carne de las jaibas. Casi al final de la cena, Marcos fue a pagar la cuenta mientras Daniela se levantó para ir al baño.

No muy lejos de ahí, una mujer de figura delicada y vestida de blanco sacó su celular. Mientras fotografiaba los platillos de su mesa, se aseguró de que en una esquina de la imagen aparecieran Clarissa y David. Junto a Clarissa se veía un tazón con la carne de jaiba ya desmenuzada.

La foto fue enviada al celular de Adrián.

“Adri, esta marisquería está deliciosa. Lástima que nadie me ayuda con las jaibas y ya hasta me lastimé las manos. ¡Cómo me gustaría que estuvieras aquí para que me las prepararas tú!”

Adrián bajó la mirada hacia el celular y, al ver la foto, su expresión se volvió seria. Se quedó un momento en silencio, pensativo. Hizo zoom en la imagen y vio a David.

Se le detuvo el corazón. La ira le encendió la mirada.
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