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Capítulo 5

Author: Camila Gómez Ortega
Al volver a casa, empecé a clasificar lo que debía tirar y lo que valía la pena llevarme.

Tras cerrar la última maleta, abrí el álbum de fotos que alguna vez había sido uno de mis tesoros más preciados. Allí estaban nuestros once años juntos. Daniel y yo.

Él solía amarme con locura. Cuando éramos jóvenes, una vez un carro descontrolado se nos vino encima, y él me empujó sin dudar, salió volando varios metros y cayó inconsciente.

Estuvo en coma una semana entera.

Cuando despertó, yo lloraba como una niña asustada.

Le juré que sin importar lo que pasara en el futuro, siempre estaría a su lado.

Pero el amor, incluso el más sincero, puede pudrirse en silencio.

Y para mí, la traición… es algo que nunca se perdona.

Tomé todas las fotos, las rompí una por una, y las arrojé al bote de basura.

—¿Qué estás haciendo?

No sé en qué momento Daniel volvió a casa, pero ahí estaba, con los ojos enrojecidos al ver los restos de nuestras memorias.

—Isa, ¿por qué rompiste las fotos? ¿Estás molesta?

No quería que supiera que ya lo había descubierto.

Así que improvisé:

—Mandé a imprimir un nuevo álbum. Estas ya estaban muy viejas y se iban a poner amarillas.

Daniel suspiró aliviado.

Me rodeó con los brazos y me abrazó fuerte.

—Está bien. Si tú estás feliz, yo también.

***

Después de coordinar los detalles con Mariana, reservé el vuelo.

Me iba en tres días.

Y esos dos días previos, me dediqué a borrar cada rastro de Daniel en mi vida.

Tiré los anillos.

Las cartas que nos escribimos de adolescentes.

Las fotos, los regalos…

Todo desapareció.

Por suerte, él estaba demasiado ocupado enredado con Claudia como para notar

que la casa se iba quedando vacía poco a poco.

***

El día de mi partida, Daniel regresó.

Justo cuando iba saliendo con la maleta en mano, me interceptó.

—Isa, ¿a dónde vas? ¿Por qué no me dijiste nada?

Dejé la maleta a un lado y fingí naturalidad:

—Iba a decírtelo ahora. Es un caso especial del hospital, me necesitan en una cirugía.

No te preocupes, no estoy huyendo de casa. ¿Por qué te pones así?

Daniel suspiró, pero se acercó más.

—No has estado cariñosa estos días… ¿y si ya no me amas?

—Estás imaginando cosas —respondí con paciencia—. ¿Cómo no voy a quererte?

Saqué un sobre del bolso. Dentro, la copia del acuerdo de divorcio. Tapé los detalles y se lo extendí con cara de emoción.

—Por cierto, amor, firma esto. Es una sorpresa que preparé para ti.

Había hecho algo parecido años atrás,

cuando le regalé una estrella con su nombre.

Él lo recordaba. Sonrió como entonces y firmó sin dudar.

—A ver qué preparó mi Isa esta vez. ¿Puedo mirar?

Justo en ese momento, sonó su celular.

Le echó un vistazo y me dijo:

—Espera un segundo, Isa. Tengo que contestar.

Se giró y salió al balcón.

Yo me quedé observando su espalda, sin decir nada.

Ya sabía quién llamaba.

Lo vi en la pantalla: Claudia Nieves.

Desde donde estaba, podía ver su rostro iluminado por una sonrisa.

Esa expresión tan suave… hacía tanto que no se la veía conmigo.

Después de cinco o seis minutos, colgó y regresó.

—Cuídate mucho, ¿sí? Me llaman del trabajo, tengo que salir ya.

Ni siquiera esperó mi respuesta. Se fue con prisa. Yo no dije nada más. Tomé mi maleta y cerré la puerta tras de mí.

***

Antes de abordar el avión, recibí un mensaje de Claudia. Una imagen. Era una ecografía. Y un texto: “Señorita Isabel Márquez, estoy embarazada de Daniel. ¿Podría dejarnos ser felices?”

No le respondí. Solo reenvié la imagen a Daniel.

Y escribí: “Tu amante ya vino a buscarme. ¿No vas a encargarte tú? Ah, y como ya firmaste el acuerdo, cuando salga el acta de divorcio… no olvides ir a recogerla.”

Luego apagué el celular y lo arrojé al basurero del aeropuerto.

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