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Capítulo 2

Author: Grin
Una hora después, David irrumpió en la habitación y la increpó con dureza:

—¿Se puede saber qué tontería estás haciendo, Marisol?

De inmediato, su mirada se detuvo en la cabeza de la joven. Su sorpresa fue evidente.

—¿Estás herida?

—Sí.

Marisol miró a David, con una expresión completamente impasible.

—Ayer tuve un accidente, un choque por alcance. Terminé en el hospital.

Un rastro de culpa asomó a la expresión de David, quien se apresuró a sentarse junto a Marisol.

—¿Fue grave? ¿Era eso lo que querías decirme ayer?

—No fue nada.

Ella se apartó un poco, y continuó con calma:

—Hablo en serio sobre cancelar el compromiso. Y también sobre la división de las acciones de la empresa, quiero recuperar la parte que me corresponde...

Quizás otros no lo supieran, pero David lo sabía perfectamente. La familia Peña nunca lo había aceptado del todo por ser hijo ilegítimo. Si había logrado lanzar su empresa y tener éxito estos años, era en gran medida gracias al capital inicial y al apoyo discreto que Marisol le había brindado. Además, Marisol, para ayudarlo a proyectar esa imagen de joven promesa en los negocios, había mantenido en secreto el alcance real de su ayuda.

Ahora se encontraba en un momento crucial, compitiendo por ser el heredero de la fortuna Peña. ¿Cómo iba a permitir que la empresa tuviera problemas justo en este instante?

Ante esta perspectiva, la expresión de David se endureció.

—Maris, ya deja de bromear, ¿quieres?

—Te lo repito.

Marisol lo miró a los ojos y repitió, marcando cada palabra:

—Hablo muy en serio.

David siempre había presumido de conocerla mejor que nadie, pero en ese momento, era incapaz de descifrar la expresión en sus ojos.

—Maris, ¿estás enojada conmigo porque no estuve contigo ayer? Si es eso, hoy me quedo en casa para acompañarte...

—¿En serio estuviste en la oficina ayer?

Marisol lo interrumpió.

—Le llamé a Carlos. Me dijo que no estuviste en la oficina en toda la tarde.

David sintió un vuelco en el estómago y se apresuró a justificarse:

—Tuve que salir a una inspección. Carlos seguro se le olvidó.

Marisol replicó con una calma estudiada:

—Ah, ¿sí? Qué curioso, porque ni siquiera le pregunté a Carlos.

David se puso de pie de golpe.

—¿Te estás burlando de mí?

—Si no tuvieras nada que ocultar, ¿tendrías por qué sentirte así? —replicó Marisol.

David no era ningún ingenuo; empezaba a sospechar qué era lo que ella sabía.

—A ver, ¿qué hice mal? Dímelo de frente. No tiene caso andar con rodeos.

David adoptó un aire apesadumbrado y se llevó una mano a la frente.

—Maris, se supone que vamos a pasar toda la vida juntos. No puedes ser siempre tan caprichosa.

—Solo consigues agotarnos a los dos.

Ella no dijo nada, limitándose a observar a David en silencio. Recordó cómo antes él la abrazaba y, sonriendo, la animaba a ser ella misma sin reservas, diciendo que justo esa espontaneidad la hacía encantadora.

«Resulta que la paciencia de los hombres también sigue una especie de ley de conservación», pensó con amargura. «Si no la gastan contigo, la invierten en otra».

Bajo su mirada inquisitiva, David se sintió cada vez más culpable. Tras sopesarlo, decidió adoptar un tono más conciliador. Dijo en voz baja:

—Maris, por favor, ya no sigas con esto, ¿sí? Dime qué quieres. Te lo daré todo.

—¿Te gusta Lucía?

La pregunta inesperada tomó a David por sorpresa. Tras reponerse un instante, negó rotundamente:

—¡Pero qué barbaridades dices! Luci es tu hermana, ¿cómo crees que podría gustarme?

—Entonces, ¿por qué estabas con ella?

Marisol apretó los puños con fuerza. Un dolor punzante en la cabeza le recordaba que debía evitar las emociones fuertes. Sin embargo, sentía un peso terrible en el pecho y un temblor incontrolable la recorría. Miró a David con una fijeza obstinada.

—¿Por qué me mentiste? ¿Por qué tenía que ser precisamente Lucía?

—Ayer me encontré con Luci en un evento. Hubo un pequeño accidente en el escenario y la llevé al hospital, eso es todo. Si me crees o no, es cosa tuya.

—Fue Luci la que se preocupó por tus sentimientos, temía que lo malinterpretaras y por eso me pidió que no te dijera nada.

David añadió, con evidente fastidio:

—Y yo que le decía que tú eras muy comprensiva, que era imposible que te pusieras celosa por una tontería así... Pero veo que su preocupación tenía fundamento.

—Marisol, tus caprichos tienen un límite. Luci es tu hermana. ¿Qué ganas con estar siempre en su contra?

Su tono se agrió aún más.

—Y ahora hasta sospechas de nosotros dos... En serio, no seas tan absurda.

—Mejor cálmate un poco.

David se dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo un instante para añadir:

—Y en cuanto a lo de cancelar el compromiso, haré como que no lo oí.

Mientras lo veía alejarse con aire decidido, Marisol sintió que la cabeza le iba a estallar. No tuvo fuerzas ni para intentar detenerlo.

«¡Maldita sea!»

«Esta enfermedad... ¡es un suplicio!»

...

No solo David, sino todos los que recibieron la noticia supusieron que Marisol solo estaba haciendo un berrinche. Durante todo el día siguiente, el celular de Marisol no paró de sonar hasta que se le agotó la batería, pero no contestó ni una sola llamada. Estaba demasiado ocupada empacando sus cosas, decidida a mudarse de la casa.

Mientras tanto, David entraba en una habitación de hospital. Los señores Ríos salieron a recibirlo de inmediato.

—David, ¿qué significa ese mensaje de Marisol? ¿Pasó algo entre ustedes?

—La fiesta de compromiso es la semana que viene. Si algo sale mal ahora, ¿no seremos el hazmerreír de todos? —preguntó angustiada Elena Ríos.

—¿Ahora te preocupa el qué dirán? ¡Es tu «maravillosa» hija la que solo sabe causarnos problemas y no nos deja vivir en paz! —intervino Ricardo Ríos con dureza.

—¿Y es mi culpa? Creció en ese ambiente desde niña, ¿qué esperabas? ¿Que fuera un ángel? —replicó ella en voz baja.

—Fue culpa mía.

David intervino y miró con fingida resignación hacia la cama donde reposaba Lucía.

—Marisol me vio ayer cuando traje a Luci al hospital. Debí habérselo explicado antes.

—¡Qué absurdo! —exclamó la señora Ríos, indignada—. Luci estaba herida, es lógico que la trajeras. ¡Que no se preocupe por su hermana, vaya y pase, pero encima...!

Se interrumpió a media frase, como si le costara decirlo en voz alta. ¡Tener una hija tan celosa era una vergüenza!

—Mamá, no te enojes con mi hermana, yo también tuve la culpa... —Lucía se mordió el labio, con aire compungido—. No debí dejar que David me trajera, había tanta gente del equipo allí...

Luego, miró a David.

—David, por esto mi hermana quiere cancelar el compromiso... ¿qué vamos a hacer?

—Nuestro compromiso no se va a cancelar.

La mirada de David se endureció.

—La fiesta de compromiso de la semana que viene sigue en pie. Maris no es de las que pierden la cabeza por algo así. Ya verán cómo para entonces se le pasa y volvemos a estar bien.

Al oír esto, los señores Ríos respiraron aliviados. Marisol y David llevaban tanto tiempo juntos... Si verdaderamente rompieran justo ahora, ¿cómo podrían ellos volver a dar la cara en sociedad? Además, David tenía muchas posibilidades de heredar la fortuna de la familia Peña. ¡No podían dejar escapar a un yerno tan conveniente!

Por un momento, cada uno se quedó absorto en sus propios pensamientos y cálculos. Nadie reparó en el fugaz brillo de resentimiento que cruzó la mirada de Lucía...

...

Marisol se enteró tres días después de que la fiesta de compromiso seguía en pie. Ya se había mudado de la casa y estaba instalada en un departamento en el centro. Se encontraba acurrucada en el sofá viendo una serie cuando recibió la llamada del maestro de ceremonias de la fiesta.

Tras colgar, Marisol se llevó una mano a las sienes y las masajeó con suavidad. David seguía igual que siempre. Después de cada discusión, esperaba con tranquilidad a que fuera ella quien diera el primer paso para reconciliarse, dando por sentado que acabaría cediendo. Y aunque siempre había sido así, ella llevaba mucho tiempo sintiéndose emocionalmente agotada por esa dinámica, hasta el punto de empezar a dudar de sí misma, a menospreciarse... «A los ojos de David, ¿qué clase de persona soy yo, tan indigna?»

«Esta vez», se dijo con firmeza, «no lo toleraré más».

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