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Capítulo 2

Penulis: Gala Montero
Después de bloquear a Patricio abrió el chat de Sofía en WhatsApp.

[Oye, ¿ya te acostaste con Patricio? ¿No que la primera vez la guardabas para el matrimonio?]

Valeria rio entre dientes y contestó.

[¿Y quién dijo que fue con Patricio? Como si fuera la única opción.]

Apenas envió el mensaje, recibió la llamada de Sofía, quien chilló al otro lado de la línea.

—¡No me digas, Valeria! ¿De verdad te atreviste?

—¿En serio cortaste a ese perro de Patricio?

«Vaya, hasta Sofía se da cuenta de que Patricio es un desgraciado», pensó Valeria. «Y yo, que estuve cegada por él tanto tiempo, siempre creyendo que era diferente, perdidamente enamorada.»

«Qué ridícula fui.»

«Pero ya no importa.»

—Ahhh… Sí. Que se corra la voz: fui yo la que le terminó a Patricio.

A Patricio le importaba mucho mantener las apariencias; lo que más quería Valeria era dejarlo en ridículo frente a todo su círculo social.

—¿Y quién es él? —preguntó Sofía.

Valeria se frotó el hombro adolorido.

—Voy a casa a cambiarme. Nos vemos en la oficina al rato y te cuento.

Sofía asintió.

—Ah, sí. Acuérdate que hoy vemos a un cliente importante, llega temprano a la oficina.

Colgó y salió del hotel.

Pero al bajar, recordó que no había llevado su carro la noche anterior; había pedido un taxi.

Miró su reloj de pulsera. Ya era algo tarde para pedir transporte.

Justo cuando pensaba qué hacer, un carro familiar se detuvo a su lado. La ventanilla bajó despacio. Era Damián Figueroa.

Ella levantó una ceja.

—¿No trajiste carro? —le preguntó.

Valeria asintió. Esperaba que Damián le ofreciera llevarla, pero él sólo esbozó una media sonrisa.

—Ah. Pues pide un taxi. Ya me voy. Nos vemos.

Valeria se quedó atónita.

—????

Observó cómo la silueta negra del carro se perdía a lo lejos y pateó con fuerza una piedra que encontró en el camino.

—¡Todos son iguales! —murmuró—. Apenas consiguen lo que quieren y se hacen como si ni te conocieran.

Cuando el taxi que pidió la dejó en la mansión de los Rivas, no esperaba encontrarse con Patricio.

Frunció el ceño y desvió la mirada, dispuesta a subir directo a su cuarto.

Patricio y Camila estaban sentados en el sofá de la sala, charlando con Arturo Rivas.

Al verla, su padre fue el primero en hablar.

—¡Alto ahí!

—¿Dónde estuviste anoche? Una señorita no puede desaparecer toda la noche. ¿Tienes idea de cuánto tiempo te esperó Patricio aquí?

«Menos mal que papá casi no revisa las historias de Instagram», pensó Valeria. «Si no, seguro ya me habría soltado una bofetada.»

Se volteó, miró de reojo a Patricio y luego posó la vista en Camila, sentada a su lado con su habitual aire de fragilidad. Soltó una risa burlona.

—¿Esperar a quién? ¿No estaba bien acompañado? ¿Hace cuánto salieron de la cama?

Apenas rio, Arturo Rivas avanzó un paso y le dio una bofetada que le volteó la cara.

—¡Insolente! ¿Pero qué estás diciendo? ¡¿Cómo te atreves a hablar así de Patricio y de tu hermana?!

Valeria giró la cabeza por el golpe, sintiendo el ardor en la mejilla. Se pasó la lengua por la parte interna de los cachetes, adolorida. Antes de que pudiera decir algo, Camila intervino.

—Hermanita, no culpes a Patricio. Ayer yo no me sentía bien y él me cuidó. Lamento que lo malinterpretaras.

—Pero tampoco te enojes tanto como para... para irte con otro...

No terminó la frase; las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, como si Valeria le hubiera robado al novio.

Valeria no pudo evitar admirar su actuación. «Si los vieran como yo los vi ayer por la tarde», pensó, «devorándose a besos.»

«Parecían animales, no tenían ni un poquito de vergüenza.»

Se encogió de hombros y sonrió con sarcasmo.

—¿Ah, sí? ¿Y tragarse a besos es "cuidar"? ¿Entonces según tú debería perdonar a Patricio?

Se giró hacia Camila con una sonrisa forzada.

—¿Qué tal si hacemos la fiesta de compromiso entre Patricio y yo?

Camila se quedó paralizada. Era lo último que quería que pasara.

Entonces escuchó a Valeria decir sin filtro alguno:

—¿A quién quieres engañar? Quédate con mis sobras. Disfruten.

«La hermanastra había llegado a la casa hace cinco años», recordó Valeria con amargura. «Y desde el primer día, ha querido quitarme todo.»

«Primero fue mi cuarto, luego la atención de papá y ahora, hasta el novio.»

Se rio de manera despectiva.

—Siempre te ha gustado recoger mis sobras. Como buena hermana, te cedo mi lugar.

Al decirlo, sintió que se quitaba un peso de encima.

Pero la presencia de todos le quitó las ganas de cambiarse. Se dio la vuelta para irse, pero Patricio la sujetó del brazo.

—Espera, Valeria. Tenemos que hablar.

Valeria volteó a verlo con impaciencia, la mirada dura. Era la primera vez que Patricio la veía con esa expresión.

—No entiendo ladridos. ¿De qué quieres hablar conmigo?

Patricio se quedó helado por un instante. Jamás la había escuchado insultarlo así.

Valeria leyó la sorpresa en su mirada y se rio de manera burlona.

«Todo el mundo sabía que yo era la que le rogaba a Patricio», pensó. «Que fui su sombra durante años.»

«Él siempre estuvo rodeado de mujeres, pero hace tres años, de la nada, aceptó que saliéramos, y entonces nuestras familias empezaron a hablar del matrimonio.»

«Pero nunca imaginé que se metería con Camila. Eso era lo que más asco me daba, lo que no podía soportar.»

«Patricio sabía perfectamente que la muerte de mi mamá estuvo relacionada con la madre de Camila, y sabía cuánto la detestaba.»

«Por eso, en cuanto los vi juntos, decidí que ya no quería a ese desgraciado.»

Siempre había sido decidida, sabía pasar la página, pero esta vez también estaba decidida a vengarse de ellos dos.

Esta guerra apenas comenzaba.

Patricio arrugó la frente y apretó el agarre en su brazo, pero en ese momento, Camila se llevó una mano al pecho y comenzó a respirar con dificultad.

—Papá... Patricio... es mi culpa...

—Yo... yo tuve la culpa... —No pudo terminar la frase. Se desmayó.

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