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Capítulo 533

Penulis: Victoria Lázaro
Serafina descubrió que los rebeldes de Almoria se dividieron en dos facciones.

Una estaba dirigida por el general Rufino Cordero, del ala izquierda: hombres violentos, despiadados y sin consideración por las vidas civiles. La otra, bajo el mando del general Darío Velasco, era más moderada; sus soldados aún se consideraban protectores del pueblo y preferían negociar antes que destruir.

Pero como suele pasar, la moderación rara vez vence a la crueldad. Las tropas de Darío fueron enviadas a custodiar las cuatro puertas de la ciudad, lejos del centro. Ahora Almoria pertenecía por completo a los hombres de Rufino, que actuaban con total impunidad.

Incluso la Villa del Alba Leandro estaba bajo su control.

Serafina sabía que debía esperar el momento en que Gaius actuara. Por el bien de la operación, no podía arriesgarse a llamar la atención. Esa noche se ocultó en la casa de una familia campesina.

***

En otro punto de la ciudad, el guardaespaldas mudo y la princesa Neria seguían buscando el m
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    Lucio no la delató por haber estado escuchando a escondidas; al contrario, la miró con una dulzura como el agua tranquila.—Vámonos, hay que volver —dijo—. Sigamos con la partida de ajedrez.De repente, Neria sintió un escalofrío que no pudo explicar.Se volteó, pero ya no vio a nadie en el pabellón lateral.No sabía que, cuando ella y Lucio se alejaron, Livia se quedó parada junto a la ventana y la miró con odio.Lucio había rechazado a Livia.El corazón le ardía de rabia.Cada vez que veía a Neria, los recuerdos del pasado regresaban.En ese entonces, Neria apenas tenía uno o dos años, y el emperador sentía un cariño especial por esa niña.Niña despreciable: todavía usaba pañales y ya sabía cómo llamar la atención de los hombres.Y ahora, junto al emperador, aparecía otra Remigio.¡Todos los que le quitaban la atención del emperador merecían morir!Livia sonrió un poco, aparentando que era tranquila e incluso sumisa.***Después de encargarse de los asesinos, Claudio escribió una car

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    Livia tenía la mirada llena de tristeza.—Su Majestad, reconozco mi error. No lo voy a volver a hacer.Remigio era el límite intocable de ese hombre, así que mientras él la perdonara, ella no volvería a tocar ese tema.—Su Majestad, yo solo quería que usted fuera feliz…Claudio se levantó, con su actitud imponente.—La abuela imperial no te traicionó; a su manera, te protegió. ¿Y tú? Livia, le echaste toda la culpa a ella.La mirada de Livia vaciló.—No, yo solo… yo solo dije la verdad. La idea de matar a Remigio fue de la abuela imperial. ¿Decir la verdad también es pecado?La mirada de Claudio se volvió penetrante como un cuchillo.—Soy el emperador. ¿De verdad creíste que podías manipularme y usar trucos frente a mí? Hace años te prometí que te daría dignidad y que no te faltaría nada en este palacio, pero tú también prometiste no usar intrigas conmigo. Sabías que detesto a las mujeres del harén que ocultan intenciones, traicionan y manipulan, y fuiste tú la que rompió primero esa p

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    En el Palacio de la Eterna Dicha.—¡Señora, Su Majestad la llama al Salón Imperial de Lectura! —la doncella entró corriendo, emocionada.Frente al tocador, a Livia le brillaron un poco los ojos. El emperador había regresado hacía días… ¿por fin pensaba en ella? Un momento después, Livia entró al Salón Imperial de Lectura, donde solo estaban el emperador y Arturo, e hizo una reverencia rápida.—Su Majestad.Claudio la miró muy fijamente.—¿Fuiste tú la que le contó a la abuela imperial lo que pasa entre Remigio y yo?El corazón de Livia dio un vuelco. Remigio… ¿El emperador la había llamado solo para eso? Mientras pensaba, repasó lo que había pasado en el palacio: arrestos por todas partes, sobre todo en el Palacio de la Vida Eterna. La abuela imperial incluso le había mandado un mensaje diciendo que habían descubierto el ataque contra Remigio, y con lo desconfiado que era Claudio, era inevitable que sospechara que alguien le había informado a la abuela imperial.En este punto, si ell

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    Estaban investigando el palacio a fondo y todos andaban muy nerviosos. En un solo día y nada más en el Palacio de la Corona, mandaron a varias doncellas al Tribunal de Castigo; incluso Décimo, el eunuco principal que servía al emperador, tuvo que ir a presentarse allá. Ni hablar del Palacio de la Vida Eterna, donde arrestaron a los siervos de confianza de la abuela imperial y reemplazaron por completo al resto del personal. Un golpe tan fuerte hizo que los sirvientes del palacio actuaran con muchísimo cuidado.En el Palacio de la Paz Serena, Tiberia estaba sentada junto a Augusta y comentó en tono burlón:—Tía, por fin se va la vieja del Palacio de la Vida Eterna, y por órdenes del emperador. Sin su permiso, no va a poder volver. Por fuera dicen que va a Monte de Cristal Puro a recuperarse, pero todos sabemos que hizo algo que enfureció a Su Majestad, si no, ese palacio no estaría tan agitado. Ya arrestaron a varios, y pensar que en otros tiempos nadie se habría atrevido a tocar a los

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    Si no hubiera tenido pruebas reales, Claudio no habría ido a reclamarle directamente a la abuela imperial.—Yo ya interrogué personalmente a esos asesinos —dijo.A la abuela imperial le temblaron las manos. ¿Los interrogó? ¿Habían capturado a los hombres que ella mandó? ¿Y Remigio…? ¿Estaba vivo o muerto? Necesitaba saberlo urgente. Claudio no sabía por qué su abuela había hecho eso, así que preguntó muy serio:—Remigio no tenía problemas con usted. ¿Por qué lo quiso matar?La abuela imperial se puso furiosa; a estas alturas ya no tenía nada que negar, así que era mejor decirlo todo.—¿Por qué? Emperador, ¡tú sabes bien por qué! ¡Tú y él, lo que hicieron! —susurró con la cara pálida, como si un tesoro que hubiera cuidado toda la vida se hubiera caído al lodo y, aunque lo recogiera y lo limpiara, pensar en lo que pasó todavía le diera asco. Su nieto, que antes había sido un hombre perfectamente normal, ¡ahora se había convertido en algo irreconocible!Claudio se molestó, pues era eviden

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    —¿Cómo está Remigio? —preguntó Claudio apurado; se le notaba muy preocupado.Arturo respondió con mucho respeto:—Iván dice en la carta que Remigio solo tiene heridas superficiales y que está fuera de peligro. Además, ya atraparon a los asesinos y piden instrucciones sobre qué hacer.Cuando supo que Serafina no corría peligro, Claudio se relajó un poco. Esos asesinos tenían que morir, eso estaba claro, sin embargo...—¿Quién los mandó?—Iván todavía no logra sacarles información —contestó Arturo con sinceridad.Con las manos en la espalda, Claudio se veía tan firme e intimidante que asustaba a cualquiera que pasara por el palacio.—Traigan a esos asesinos. Los vamos a interrogar aquí.—¡Sí, señor!Claudio miró el edicto donde nombraba a la nueva emperatriz, furioso. Quería ver quién se atrevía a meterse con su mujer.Mientras tanto, en Rivela, se habían encontrado con unos asesinos en el camino y a Serafina, que todavía no tenía sana la herida vieja, le hicieron un par de cortadas nuev

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