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Capítulo 05

Author: Ana Fénix
Lucas tenía muchas propiedades, pero solo una estaba a nombre de Camila.

Esa propiedad estaba en la urbanización vecina, y había sido un regalo de la familia de Lucas cuando se enteraron de que ella estaba embarazada.

Estaba por divorciarse de Lucas, y estos días solo quería algo de tranquilidad. No quería verlo ni a él ni a Renata. Así que, sin pensarlo demasiado, propuso:

—¿No hay una casa en la urbanización de al lado? ¿Por qué no deja que la señorita Renata se mude allí? Sería más conveniente.

—Esa casa es tuya —respondió Lucas, frunciendo el ceño. Le sorprendía que Camila fuera tan generosa.

—Si la señorita Renata la necesita, que se la quede.

Levantó el pie y se preparó para subir las escaleras. Pero Lucas la detuvo.

—¿No vas a comer la avena?

—No.

Odiaba la avena. En especial, si tenía mariscos.

Cuando Camila volvió a bajar, en la sala ya no estaban ni Renata ni Lucas. Solo quedaban las empleadas, recogiendo la mesa.

—Señora, el señor se fue con la señorita Renata a la urbanización vecina.

—Ajá.

Después de escuchar a la empleada, Camila no mostró ninguna reacción especial.

Justo entonces, sonó el teléfono. Era Lucas.

—Esta noche no voy a volver. Renata le tiene miedo a la oscuridad. Me voy a quedar aquí con ella.

—Está bien.

Lucas no esperaba que ella respondiera con tanta comprensión, y su tono sonó algo culpable, cuando añadió:

—Lo siento, Camila. Renata es joven todavía, siempre ha sido como una niña. Le tiene miedo a la oscuridad, a los fantasmas... No puedo dejarla sola. Mañana es tu cumpleaños. ¿Qué te parece si mañana regreso y lo pasamos juntos?

—Ajá.

Camila no dijo nada más y colgó la llamada.

Miró a su alrededor, observando la casa.

En las paredes había muchas ilustraciones de bebés, que había colgado la madre de Lucas para animarla a quedarse embarazada.

También le había llevado mucha medicina tradicional. Camila no quedaba embarazada fácilmente, y fue gracias a esas infusiones que finalmente había logrado concebir.

Pero ahora que había perdido al bebé y estaba decidida a divorciarse de Lucas, esas imágenes ya no tenían sentido.

Se puso de pie, subió a un taburete y comenzó a arrancar los dibujos de la pared, uno por uno.

—¡Señora! ¿Qué hace ahí? ¡Podría lastimar al bebé! —exclamó una empleada, alarmada.

—No pasa nada.

Arrancó todos los dibujos, los metió en una bolsa de basura y le ordenó a la empleada que los tirara.

Acto seguido, llamó a su abogado y acordó que fuera al día siguiente.

El abogado redactó un contrato según sus instrucciones.

—Señorita Camila, ¿está segura de que no quiere nada?

—Sí. No quiero nada.

No quería enredarse más con Lucas. No quería la casa, el auto ni su dinero. No era que tuviera recursos. Simplemente, no necesitaba nada que viniera de él.

—De acuerdo, revíselo. Si todo está bien, lo imprimo.

—Gracias. Cuando lo tengas listo, avísame para ir a firmarlo. Ah, y por favor… aún no le digas nada a Lucas sobre el divorcio.

—Entendido, señora Camila. Me retiro.

El abogado parecía tener preguntas, pero al final no dijo nada.

Justo cuando abrió la puerta para irse, Lucas regresaba.

Ese abogado solía encargarse de asuntos legales para su empresa, por lo que, verlo allí, en la casa, lo dejó algo confundido.

—¿Abogado Cruz? ¿Qué hace aquí?

—Ah, la señora López me llamó. Me pidió que viniera.

Dicho eso, se marchó rápidamente.

—¿Para qué llamaste al abogado?

—Para nada.

Camila lo miró. Tenía un aspecto agotado. Debajo de sus ojos se notaban ojeras oscuras. Era evidente que no había dormido en toda la noche.

—¿No dormiste bien? —preguntó sin mucha intención.

—Ah, esa chiquilla —respondió Lucas riendo—. Quiso que viera con ella una película de terror. Es tan miedosa… No se atrevía a verla sola, pero insistía en verla. La vimos toda la noche. Estoy algo cansado.

Quizás él mismo no se daba cuenta de cuánto sonreía… cuando hablaba de Renata.

Esa sonrisa…

Camila no la veía desde hacía mucho, mucho tiempo.

Tal vez la última vez había sido…

El día que le dijo que estaba embarazada.

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