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Capítulo 07

Author: Ana Fénix
—¿Cómo va a molestarle? Si sabe bien lo que hay entre nosotros.

Lucas se puso de pie, tomó una servilleta y, con ternura, limpió los restos de sopa de la comisura de los labios de Renata.

—Pequeña glotona, ¿cuántos años tienes ya? ¿Cómo puedes comer como una gatita desordenada?

Un fuerte malestar se apoderó de Camila. Ni siquiera quiso seguir mirando.

—No me siento bien. Me voy.

—¿Qué te pasa? —preguntó Lucas, mirándola con preocupación.

—¿Será que el bebé se está moviendo otra vez? Este pequeño realmente no se porta nada bien.

Camila pensó por un instante que él la acompañaría a casa, pero entonces Lucas dijo:

—Si no te sientes bien, regresa tú primero. En cuanto Renata termine de comer, voy a buscarte.

Camila lo miró, y por sus ojos pasó un destello de burla hacia sí misma.

En su corazón, una Camila embarazada nunca había podido compararse con una Renata con el estómago vacío.

De pronto, sonó la alarma contra incendios y alguien gritó:

—¡Fuego, fuego! ¡Corran!

Camila ni siquiera alcanzó a reaccionar cuando una multitud ya corría en pánico hacia la salida.

El caos estalló a su alrededor, y ella quedó paralizada en el lugar, sin saber qué hacer.

Instintivamente, buscó con la mirada a Lucas. Y, cuando lo vio…

… él salía a toda prisa con Renata en brazos, sin mirarla una sola vez.

Por suerte, todo había sido una falsa alarma. Alguien había fumado y activado el sensor.

No hubo incendio, y pronto todos regresaron a sus mesas para continuar con la comida. Incluidos Lucas y Renata.

—Lucas, de verdad que me asusté mucho… Menos mal que estabas conmigo —dijo Renata, prácticamente pegada a él mientras regresaban a la mesa.

Después de quejarse un poco, Lucas le acarició suavemente el cabello.

—¿Ya lo olvidaste, pequeña? Te lo dije: siempre te voy a proteger.

Era como tragar un sorbo de agua helada. El frío descendía desde la garganta hasta el estómago.

Camila lo miraba, con una decepción que ya no sabía cómo disimular.

Entonces recordó lo que había pasado tres años atrás, cuando Renata se había ido al extranjero y Lucas las había llevado a las dos a hacer senderismo.

Ese día, Renata le había dicho que quería hablar con ella. Pero provocó una discusión a propósito y fingió caerse.

Cuando Lucas llegó, sin preguntar nada, empezó a gritarle a Camila.

Más tarde, mientras bajaban la montaña, un grupo de monos intentó robar bolsos.

Camila quedó bloqueada en el camino, y Lucas solo protegió a Renata en sus brazos, temiendo que se asustara.

En ese momento, Camila finalmente lo comprendió todo.

Durante todos aquellos años, Lucas nunca la había amado. En su corazón solo había espacio para su «luz de luna»: Renata.

—¡Ay, Camila! ¡Casi me olvido de ti! —dijo Renata de repente, al verla de nuevo, cubriéndose la boca con fingida sorpresa—. ¿Estás bien? ¿Por qué no saliste corriendo?

Fue en ese instante que Lucas pareció recordar que Camila también estaba allí.

La había olvidado por completo al sacar a Renata.

Un atisbo de culpa apareció en su rostro. Se acercó rápido y le tomó la mano.

—Camila, lo siento. No pensé mucho en ese momento. Es que Renata es una celebridad. No puede salir lastimada, ¿entiendes?

—Lo entiendo —asintió Camila.

Ese tipo de excusas… ya las había escuchado demasiadas veces. No necesitaba que las repitiera una vez más.

—Camila, no estarás enojada, ¿verdad?

Camila retiró su mano, lo miró y sonrió.

—Claro que no.

—¡Eres tan buena!

Lucas se quedó en silencio un momento.

Antes, ella siempre discutía en este tipo de situaciones. Pero ahora, en cambio, ni siquiera reaccionaba, e incluso acababa de decir que no le molestaba.

—No te preocupes. Te lo juro, de ahora en adelante no volveré a descuidarte.

Camila bajó la mirada. Ahora sabía que las promesas también podían ser falsas.

—Cof, cof…

Renata comenzó a toser de repente.

Lucas soltó a Camila de inmediato y se giró hacia ella.

—¿Qué pasó, Renata? ¿Te sientes mal?

—Debe ser la carne de cordero. Me irritó la garganta. Me siento terrible, Lucas…

—Camila. —Lucas se volvió hacia ella, con expresión preocupada—. Renata no se siente bien. La llevaré a casa primero.

—Está bien —asintió Camila—. Ve.

—Buena chica —murmuró Lucas.

Acto seguido, le dio un beso en la frente y se fue con Renata del restaurante.

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