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Capítulo 03

Author: Aurora
—Mira, ¿no es la señorita Vázquez de los Morales? —dijo con la voz burlona y sarcástica.

Claudia, llena de joyas y vestida elegante, se cruzó de brazos bloqueándole el paso.

Detrás de ella, había dos guardaespaldas vestidos de negro con lentes oscuros.

Mariana no quería broncas, intentó esquivarla pero Claudia la agarró del brazo.

—No he terminado de hablar, ¿quién te dio permiso de irte?

—No tengo nada que hablar contigo. Mariana se soltó. Desde que encontraron a Claudia, ella había sufrido un trato inhumano en la casa de los Morales. La veían como una malvada que le había robado dieciocho años de vida a Claudia.

Incluso, ella le había hecho...

Desde ese rollo, su reputación, su nombre, todo se fue al caño. Y nadie creía que había sido Claudia.

¡Todos pensaban que Mariana se lo merecía! Que era el karma por haber ocupado la vida de otra persona.

Pero, ¿quién pensaba que ella solo era una niña huérfana en ese entonces? ¡Ella también era inocente!

Mariana intentó irse, pero los dos guardaespaldas la detuvieron otra vez.

Claudia puso los ojos en blanco.

—Ay, mira, ya te crees muy valiente. ¿Qué te pasa? Tú, una basura que los Morales desecharon, ¿crees que habrías sobrevivido hasta hoy si Javier no te hubiera protegido?

La miró de arriba abajo con desprecio.

—Híjole, qué lástima. Al final no eres más que su juguetito. No, ni eso. ¿Ya te enteraste, verdad? En cuanto regresé, las familias volvieron a hablar de la boda y él ya aceptó.

—Y tú —Claudia la miró con una sonrisa—, ¿de verdad crees que el gran señor López se va a casar con una cualquiera que quién sabe con cuántos se ha acostado? Al fin y al cabo, escuché que después de tantos años con Javier, él ni siquiera te ha tocado, jajaja...

Claudia se reía con arrogancia. Cada palabra era como un cuchillo clavándose directo en sus heridas.

A Mariana no le importaban las cosas materiales ni el dinero, pero la palabra "juguete" le llegó hondo, haciendo que su cara cambiara sin querer.

Al ver su reacción, Claudia sonrió aún más satisfecha.

—La gente de abajo debe aceptar su lugar, no intentes subir usando trucos baratos. Te esforzaste tanto por robarme la vida, ¿y qué ganaste? El tío que vivió contigo veinte años solo te desprecia, pero a mí me adora. Me da todo lo que pido, hasta creó una compañía de espectáculos para que sea una estrella. Hoy está aquí especialmente para invertir en la universidad y promocionar mi nueva serie.

—Mírate nada más, qué lástima das. Te dejaron botada y vienes aquí a buscar chamba, ¿no? Una persona que ni siquiera tiene un título de la universidad, ¿sigues soñando despierta o qué?

Cada palabra era como una flecha que se le clavaba en el corazón a Mariana.

Si hubiera sido antes, se habría puesto a llorar y sollozar, justo como quería Claudia.

Pero después de tanto rollo, hasta pudo dejar ir a Javier, estas cosas ya no le dolían de verdad.

Mariana respiró hondo.

—¿Ya acabaste? ¡Si ya terminaste, quítate de mi camino!

Tenía cosas importantes que hacer, no quería perder el tiempo ahí con ella.

Las viejas rencillas las iba a cobrar poco a poco.

Como si nada.

Claudia miraba esa cara hermosa y fría, le rechinaban los dientes de puro coraje.

Si no fuera porque la familia Morales le daba la cara a Javier, seguro que le habría destrozado esa cara para desquitarse, haciéndola arrastrarse como un perro llorando y rogando.

¡Quién iba a decir que Javier todavía la protegía!

Pero no la iba a dejar vivir tranquila. ¡A Javier también se lo iba a quitar!

Aunque, ¿qué fregados hacía ahí?

***

Mariana ya no le hizo caso y entró al instituto de investigación.

Pero le dijeron que el profesor no estaba.

Pensaba regresar en la tarde, pero al salir se topó con su antiguo compañero de clase, Pablo Herrera.

Cuando todavía era la señorita Morales, Pablo la había pretendido y ella lo bateó.

Después de que se supo quién era en realidad, él fue el primero en atacarla, hasta anduvo diciendo que cobraba 50 dólares por noche.

Al verlo, a Mariana le brillaron los ojos de puro asco, quiso evitarlo.

Pero Pablo se le puso enfrente primero.

—¡Épale, no te vayas! ¿No es esta nuestra mismísima señorita Morales? Ah no, ahora debes apellidarte Vázquez, te llamas Mariana Vázquez, ¿verdad?

—¿Qué te trae por aquí hoy? ¿Ya no pudiste seguir y quieres regresar? Te digo, yo ahora trabajo aquí, si me lo pides chance y si tú...

Su mirada recorría el cuerpo de Mariana de arriba abajo, dándole asco.

Sin esperar a que hiciera otra cosa.

—¡Pácatelas!

Una buena cachetada le sonó en la cara.

Pablo se quedó pasmado. Al fin y al cabo, Mariana siempre había sido bien inteligente para estudiar pero bien torpe para la vida.

Por sus buenas calificaciones y su familia, quién sabe cuántas veces la habían molestado a sus espaldas, cuántas broncas le habían puesto, ella solo lloraba, ¿cuándo se había atrevido a defenderse?

—¡Tú!

—¿Yo qué?

Mariana lo miró fijamente con sus ojos brillantes, había algo de locura en ellos que de verdad asustó a Pablo, ya no se atrevió a decir nada más.

Aprovechando el chance, Mariana se fue directo.

Sin saber que en ese momento, frente al ventanal del piso de arriba del instituto, había un hombre bien guapo y elegante observando todo.

Su figura era alta y recta como un pino, con una presencia imponente. Su traje negro tenía cada botón hecho a la medida, el alfiler de corbata y los gemelos, todo mostraba un lujo de gente importante.

Al ver esta escena, sonrió un poquito.

Volteándose hacia el profesor Ramón Gómez, se burló, —Si ya decidiste aceptarla, ¿por qué haces que le digan que no estás, haciéndola perder el tiempo?

Ramón negaba con la cabeza mientras acomodaba rápido los documentos.

—¿Qué sabes tú? El jade sin pulir no se convierte en joya, debo darle una lección.

El hombre volvió al sillón y se sentó, sus dedos tamborileando despacio en su pierna y sus ojos profundos fijos en él.

—Dices que es una lección, pero le preparas los documentos especialmente. Profesor, la investigación necesita concentración total y seriedad total. No estoy de acuerdo con su decisión.

Directo, frío, sin piedad.

Ramón se encabronó.

—Ella es la antigua Mariana, ¿sabes cuántos años pasan para que aparezca una Mariana? Cuando te mostré sus calificaciones, tú mismo dijiste que era un genio, ¿se te olvidó?

—Como usted mismo dijo, eso fue en el pasado —el hombre aventó los documentos sobre la mesa—. Dejó sus estudios por un hombre para ser un pajarito enjaulado, alejada de la sociedad por más de dos años, ¿todavía espera que logre algo?

—¡A que no! —dijo Ramón, conociendo bien el genio de su estudiante, levantando una ceja con confianza—. Para lograr ese efecto que quieres en la primera etapa, solo ella puede hacerlo. Si no lo consigue, yo mismo la corro; pero si lo logra...

—Hablamos cuando lo logre—interrumpió el hombre con frialdad, mirando la foto tamaño infantil en el expediente.

Una joven con ojos brillantes y dientes perfectos, una sonrisa que iluminaba como las estrellas, como si todo el mundo estuviera en esos ojos.

Qué lástima...

***

Mariana salió de la universidad con sentimientos encontrados.

Pero ya que había decidido regresar, ¿qué importaba este pequeño tropiezo?

Estaba por irse cuando sonó su celular.

Era una llamada de su tío.

Al contestar, escuchó una voz un poco preocupada del otro lado.

—Mariana, ahorita estoy en Solsur con un asunto urgente y no puedo moverme. ¿Podrías hacerme un favor...?

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