Semua Bab La venganza de la despreciada: Bab 71 - Bab 80

—¿Traicionas a tu novia, te enredas con su hermana y ahora que hasta tienen un hijo, tienes el descaro de echarle la culpa a ella?—Valeria, ¿te atreves a golpearme? ¡Esto no es asunto tuyo!—¡Si ustedes molestan a Julia, entonces sí es mi asunto!Valeria, quien normalmente era delicada y frágil, hoy parecía haber llegado a su límite, mostrándose sorprendentemente valiente al lanzarse nuevamente al ataque.Pero Joaquín no iba a permitir que lo golpeara una segunda vez. Agarró con fuerza el brazo de Valeria y ambos comenzaron a forcejear.—¡Val! —Julia, al ver a su amiga en desventaja, se acercó rápidamente—. ¡Joaquín, suéltala!Joaquín, sintiéndose humillado en público, se negaba a ceder y exigía que Valeria se disculpara.Al ver que su amiga estaba siendo sujetada por el cabello, Julia frunció el ceño y buscó alrededor hasta que divisó un extintor junto a una columna.Corrió hacia él, lo tomó, quitó el seguro y comenzó a rociarlo directamente sobre Joaquín.—¡Ah! ¡Julia... eres una mu

—¿A qué viniste? ¿No has hecho suficiente daño a Mariana? ¿Acaso vienes a aprovecharte de su desgracia? —Carlos, que estaba más cerca de ella, la reprendió con ferocidad.Julia frunció las cejas, adoptando una expresión de arrepentimiento, y entró tímidamente con la canasta de frutas:—Vine a disculparme con Mariana. Lo de esta mañana fue un accidente, déjenme explicarles...—¿Accidente? —la voz de Carolina subió varias octavas—. ¡Sabías perfectamente que ese era el auto de Mariana, y aun así la rebasaste a la fuerza, causando que volcara! ¡Un auto recién comprado de 400.000 dólares, apenas lo estrenaba y ya se convirtió en un vehículo accidentado, su valor se ha depreciado enormemente!Julia, escuchando estas palabras, se burló internamente, pensando que su madre parecía más preocupada por el auto.Efectivamente, Fernando miró a su esposa y le recordó:—Lo del auto no importa, lo principal es que Mariana casi sufre un accidente grave.—¡Exacto! Mariana y el bebé que lleva en su vientr

Julia se quedó perpleja al leer el mensaje.¿Bombón en Bata, con lo ocupado que estaba, se acordaba de sus asuntos y se preocupaba especialmente por ella?Solo este gesto de atención y calidez ya superaba con creces a Antonio.Sonrió complacida y respondió: Sí, fui a la consulta e hice los exámenes. La doctora me recetó medicamentos.Bombón en Bata: ¿Es grave el problema?doña J: Mmm... algo grave, pero para mí no importa.Bombón en Bata: ¿Qué quieres decir?doña J: La doctora dice que soy estéril, pero como no pienso casarme nunca, no poder tener hijos no me afecta.Antonio, mirando fijamente la pantalla de su portátil, frunció el ceño al leer esto.¿Qué trauma habría sufrido una mujer para hablar con tanta indiferencia sobre este tema?Se convenció aún más de que doña J debía ser una mujer madura con bastante experiencia de vida.Tras reflexionar un momento, respondió: Casarte o no, la enfermedad hay que tratarla.doña J: Sí, gracias por tu preocupación.Bombón en Bata: No hay de qué

Julia condujo primero para recoger a Valeria, antes de dirigirse al Centro de Artes Escénicas.La distancia era considerable y había congestión de tráfico por ser fin de semana.Después de consultar el navegador, Julia decidió tomar la vía rápida urbana que, aunque era un desvío, estaba mucho más despejada.Ambas escuchaban música y conversaban sobre la reciente serie de acontecimientos en la casa de los Campos, disfrutando del momento.Sin embargo, poco después, Julia sintió que algo no andaba bien.Valeria notó el cambio en su expresión y preguntó con preocupación:—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?—No es eso —negó Julia con la cabeza. Pisó nuevamente el freno, pero la velocidad apenas cambió, confirmando sus sospechas.Los frenos fallaban.Pero ¿cómo era posible? El coche tenía menos de un mes, ¿cómo podían fallar los frenos en un vehículo de lujo de esta categoría?—Julia, ¿qué sucede? —preguntó Valeria de nuevo, percibiendo la inquietud.—Los frenos del coche no responden. Agárrate bie

La enfermera se dirigió a Julia, que estaba acostada:—¡Qué suerte tienes! Por esta pequeña herida, el doctor Ortega te atenderá personalmente.Dicho esto, tomó una tela estéril y cubrió toda la cabeza de Julia, dejando visible solo la herida.—Enfermera, ya dije que no quiero que él me atienda, quiero a otra persona... —la voz de Julia sonaba amortiguada bajo la tela, con su visión repentinamente oscurecida.La enfermera la ignoró por completo y, al ver que la herida estaba junto a la línea del cabello, dijo: "Necesitamos rasurar un poco de cabello", y procedió hábilmente con una cuchilla.Julia se sentía como un pescado en la tabla de cortar, completamente a merced de otros.—Doctor Ortega, está listo —indicó la enfermera.—Bien —respondió Antonio con voz grave, examinando la herida con el ceño fruncido antes de comenzar a limpiarla.Cuando el algodón con alcohol médico rozó la herida, Julia se estremeció violentamente por el intenso dolor, agarrando con fuerza su propia ropa.—Si du