Julia preguntó con sarcasmo:—¿Crees que si vuelvo a casa de los Campos, alguien me cuidará?Antonio guardó silencio.Con la actitud de rechazo que los Campos mostraban hacia ella, ciertamente volver allí no serviría de nada.Pero ir a Río Dorado y quedarse sola también era peligroso.Sin embargo, eso no era asunto suyo, así que el tema quedó ahí.Veinte minutos después, sonó el teléfono de Julia.—Julia, ya conseguí taxi, no te preocupes. ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor? ¿Sigues mareada?Valeria, temiendo que su amiga estuviera preocupada por ella y al mismo tiempo inquieta por el dolor de la herida, llamó tan pronto como subió al taxi.Julia respondió en voz baja:—Estoy bien, me alegra que hayas conseguido transporte.—Bueno, nos vemos pronto.El silencio reinaba en el coche. Antonio, que había escuchado vagamente la conversación, se enteró de que la amiga de Julia iría a cuidarla.El lujoso vehículo tenía un rendimiento excepcional y era muy cómodo.Julia, herida y con conmoción cer
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