Frente al Emperador, Jimena no podía decir muchas verdades.Se mostró muy respetuosa con Serafina.—Emperatriz, usted ha estado orando por los soldados, así que pensé que, sin importar lo que pasara, debía agradecerle en persona. Justo ahora, mientras estaba con el emperador en la Real Caballeriza, aproveché para hacerle esta visita. Emperatriz, le ofrezco este té como sustituto del vino, para brindarle mi respeto.Serafina respondió con calma.—General, es un honor.Claudio no tardó en hablar.—La oración es importante, pero los soldados lucharon con valentía. Emperatriz, no deberías atribuirte este mérito.Valeria quiso protestar, pues Serafina había estado en el Géldoria liderando la guerra, y todo el mérito había recaído en Jimena.Jimena, de manera aparentemente justa, respondió.—Emperador, si no hubiera sido por la oración de la emperatriz, no habríamos logrado la victoria tan rápido sobre el ejército de la República Ferrana.Pocos se atrevían a refutar tan directamente las pala
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