Lorenzo siempre tuvo buen carácter, pero ahora no contuvo su enojo.Rompió la carta, la arrugó y, para desahogarse, la quemó.—¡Esposa, tranquila!Serafina siempre será nuestra hija, ¡a menos que ella decida no reconocernos! ¡Nunca la abandonaremos!Al ver su reacción, Leticia sonrió.Su enojo se fue al instante.Luego, preguntó por otro tema.—Jimena está reemplazando a Serafina para ir a la capital a dar el informe, ¿ya casi llega?Lorenzo asintió.—Ajá, ya casi.Leticia suspiró.—Nunca estuve de acuerdo, pero ahora solo espero que todo salga bien.Lorenzo, con paciencia, la consoló.—El emperador pidió varias veces retrasar el viaje a la capital, por la inestabilidad de la frontera.Ya hubo quejas, diciendo que tenemos muchos soldados y somos arrogantes.—Tras la victoria contra la República Ferrana, la frontera está estable, y el emperador hará un gran banquete para los generales.Otros generales irán, pero si no vamos, habrá rumores.—Además, esos generales siempre están molestos 
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