La distancia entre la mesa y la silla era tan corta que solo cabía una persona de pie.Serafina se apoyaba contra la mesa, de frente a Claudio.Él permanecía sentado, la espalda recta como un pino.Pero tener que levantar la cabeza para mirarla le resultaba incómodo.No sabía qué pretendía.De la nada, ella se le había acercado así…Si era un gesto de entrega, resultaba demasiado rígido.En realidad, Serafina no lo había pensado tanto.Cuando se movió de golpe, fue porque en la mesa, detrás de ella, reptaba un insecto venenoso.Era pequeño, de un tono pardo, difícil de notar.Ella, que ya había tratado con Marcela, lo reconoció enseguida: ¡un Miriáptera!Parecía inofensivo, pero si entraba en el cuerpo humano se reproducía velozmente: de uno a dos, de dos a cuatro, hasta volverse incontable.Rodeaba las vísceras, se adhería a los huesos y devoraba todo hasta dejar solo una piel vacía…Un peligro mortal.En un instante decisivo, Serafina eligió la distancia más corta.Con la mano a la e
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