Al final, Sebastián no dijo nada y se levantó de la mesa para marcharse.Al verlo, Don Federico todavía lo siguió unos pasos con la copa en la mano, hablando con entusiasmo de enviar más regalos a Inés a modo de compensación. No fue hasta que Mateo lo interceptó amablemente que desistió.Rumbo al estacionamiento subterráneo, Mateo no pudo evitar soltar un comentario.—Señor, este Don Federico no se ve tan serio ni tan rígido como dicen. A mí me pareció muy buena gente, ¡hasta mejor que Emiliano!Si lo comparaba con su hijo, Emiliano parecía frío, infiel y oportunista. En cambio, Don Federico, limpio en sus relaciones, sin darle tanto peso al apellido, respetando la elección de su hijo, era casi un padre ejemplar.Mateo incluso pensó que, si padre e hijo de los Cornejo se hubieran intercambiado los papeles, quizá Inés no habría terminado con Sebastián.Sebastián lo miró de reojo, inexpresivo.—Últimamente hablas demasiado. ¿Quieres que te cambie de puesto?—¡No, no, por favor! —Mateo ag
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