Inés de verdad no se lo esperaba: ¡a estas alturas, el mismísimo culpable, Elías, todavía se atrevía a aparecer! Por un momento, todos se quedaron en silencio. Pero Emma, como si hubiera visto un salvavidas, corrió a recibirlo con esa vocecita frágil y un par de lágrimas bien calculadas.Gracias a esas lágrimas, lo primero que Elías vio fue a Emma. Pero apenas dos segundos después, su mirada se clavó en Zoraida. Al notar sus ojos enrojecidos por contener el llanto, su ceño se frunció levemente.—En cuanto recibí la noticia vine de inmediato. No me digan que hubo algún conflicto, ¿verdad?—Claro que no, ¿cómo íbamos a pelear? —respondió Emma enseguida.Zoraida guardó silencio, y fue Inés quien, sonriendo a su lado, contestó por ambas.—Nada grave, solo que Emma se la pasó llorando mientras nos regañaba a las dos.Inés mantuvo la sonrisa mientras soltaba, palabra por palabra, con toda la ironía.—Emma se burló de mí, que soy ajena a esta exposición, y me dijo que, ya casada con Sebastián
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