En ese momento se abrió la puerta. Valeria se asustó y estaba a punto de agarrar el pedazo de vidrio, pero vio que era una empleada doméstica.—Señora, no se asuste, el señor me mandó a cuidarla.La empleada se quedó en la puerta y al ver el miedo y la desconfianza en la cara de Valeria, no entró de inmediato. En cambio, sonrió y se presentó.—Hola señora, me llamo Clara.Clara se veía buena persona y estaba un poco rellenita. Valeria la miró todavía con desconfianza.—No necesito que me cuiden, vete.Clara sonrió amablemente.—Señora, no me malentienda. El señor dijo que se lastimó y me mandó a ponerle medicina.A Valeria realmente le dolía mucho. Además, si quería escapar, no podía andar cojeando así.—Bueno, entra. —Cedió Valeria.Clara se acercó cargando un botiquín. Valeria se levantó la falda para mostrar su tobillo lastimado.Al ver la herida, Clara arrugó la cara.—¿Cómo se lastimó así? Ya se le peló la piel... ¡ay, no!Clara movió la cabeza con pena.—Señora, aguántese un poqu
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