Lina se quedó inmóvil, sus mejillas se pusieron rojas, no sabía si de rabia o de vergüenza.Soltó el cuello de Emilio y trató de empujarlo, pero no pudo moverlo.—¡Emilio, suéltame!—No, eres mi esposa, estamos protegidos por la ley del matrimonio, no puedes abandonarme. —Emilio miró las mejillas sonrosadas de la mujer, pensando que se veía adorable y llena de vida.—¡Me engañaste! —Lina estaba al borde del colapso—. Emilio, no te hagas el tonto. Eres el mejor amigo de Santiago, solo por eso, si mi cerebro hubiera estado bien en ese momento, preferiría quedarme soltera toda la vida antes que casarme contigo.—¿Cómo puedes culparme por asociación? —Emilio hizo una mueca—. Si Santiago cometió errores, ¿por qué tengo que pagar yo por ellos? Además, yo vivo contigo, no con él. Si soy un buen esposo o no, eso lo decide mi querida Lina.—¡Deja de adularme! De todos modos, estoy muy enojada ahora, no quiero hablar contigo por un tiempo. Mañana me llevaré a nuestro hijo a casa de Valeria.—¡Pe
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