Dos días después, cuando Celia salió del edificio de cirugía de la clínica, al levantar la vista, vio a Alfredo cerca de la puerta giratoria, con gente entrando y saliendo a su alrededor. Se le acercó a él y lo saludó:—¿Alfredo?Alfredo se volteó y mostró una leve sonrisa.—Ah, Celi.—¿Qué haces parado ahí?—Espero a alguien —respondió él, evitando su mirada.De hecho, había estado ahí para buscarla. Pero, como no sabía con qué excusa podría sacar un tema y temía que, afectada por las palabras de César, ya no quisiera verlo. Al escucharlo, Celia pareció entender todo y luego bromeó.—Sentarse en la sala de espera no te cuesta nada. Podrías esperar allá, ¿no?—Es que estoy demasiado intranquilo para sentarme… —Su mirada se posó en su abdomen y luego la recuperó de inmediato—. ¿Cómo está tu mamá?Ella se encogió un poco de hombros.—Está bien.—Ese día... —Alfredo la miró y, al final, decidió hablar del tema, pero con cara de dificultad—. Me fui sin despedirme de ti ni de tu mamá. A ust
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