Cuando César apareció en la puerta, Óscar se calmó un poco: su pequeño cuerpo delgado estaba bajo las sábanas, acurrucándose; su carita estaba pálida, como si le tuviera mucho miedo a que alguien se acercara.—Cariño, mira, el tío César vino a verte. —Sira extendió la mano para acariciar su cabeza, pero él la esquivó. En cambio, se lanzó a los brazos de César.La expresión de Sira se tensó ante esa reacción. De inmediato, mostró una sonrisa de impotencia.—Osqui tiene una reacción de estrés. No deja que nadie se le acerque, ni los guardaespaldas, ni yo —le explicó.César se paró junto a la cama. No se movió, dejando que Óscar lo abrazara, aunque se sintió un poco confundido. El niño solo lo abrazaba, sin decir nada. Después de un rato, César tomó sus pequeños hombros con suavidad. Se inclinó para quedar a su altura y lo consoló.—No tengas miedo. Ya estoy aquí, ¿no?El niño pareció salir de su trance y asintió, pero sus ojos reflejaban una profunda confusión. Entonces, Sira se acercó a
Leer más