—¡No intimiden a mi niña!De pronto, Nieve salió corriendo, golpeando a Macarena y Rocío con la muñeca que tenía en las manos.—¡Señora Rojas! —La detuvo Celia, tomándola del brazo.—¡Puaf! ¡Son mujeres malas, mujeres malas! —Ella seguía golpeándolas.Rocío y su madre retrocedían por los golpes. La primera, sin poder soportarlo más, gritó con ira: —¿Estás loca o qué? ¿Qué clase de enfermedad tiene?—Señorita, sea más respetuosa con mi madre. Aunque te apellidas Herrera, no te tengo ningún miedo —dijo Ben. Aunque aún conservaba su tono educado, en ese momento, ya emanaba un poco de frialdad. ¿Su mamá…? Al escucharlo, Rocío palideció.—¿Ella... es Nieve? —preguntó con incredulidad.Macarena también vio, por primera vez, a la tan comentada señora Rojas y quedó impresionada por su belleza: esa mujer tenía casi la misma edad que ella, rondaba los cincuenta, pero tenía una belleza que ni el tiempo había logrado desgastar. Sus rasgos faciales eran exquisitos, teniendo una hermosura natural.
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