Durante el receso de la reunión, Celia fue al baño. Al verla levantarse, Sira la siguió. En los lavabos, cuando ella levantó la vista, vio a la mujer en el espejo.—Me esperabas a propósito, ¿cierto? —preguntó Celia con calma.Sira sacó su lápiz labial.—Sí, ¿y qué? Después de todo lo ocurrido, ¿aún no entiendes la diferencia entre nosotras?—¿Todo lo ocurrido? Tú fuiste la causante de todo, ¿no? —Sacudió las gotas de agua de sus manos, impasible—. Aún me debes dos vidas.La expresión de Sira se tensionó. Cerró el labial y se volvió para mirarla.—Puedes decirlo así, pero, ¿tienes pruebas? Incluso César no me ha hecho nada. ¿Qué podrías hacer tú?Ella la agarró de la muñeca, emanando un aura intimidante.—¿Qué crees que podría hacerte?—¿Qué, acaso quieres golpearme…?Apenas terminó sus palabras, Celia le dio una cachetada. La cabeza de Sira se ladeó por el golpe. Al reaccionar e intentar devolver el golpe, Celia interceptó su brazo.—¿Recuerdas a la enfermera, Ana?El forcejeo de Sira
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