Celia se quedó en blanco por un instante, pero la voz sonó de nuevo por encima de su cabeza.—Hazlo como siempre lo has hecho. Debes demostrar que puedes lograrlo.Ella apretó los labios y, con rapidez y calma, usó la fresa para abrir el cráneo, luego cortó capa por capa del tejido cerebral con el bisturí, limpiando el hematoma.Nicolás, ante la escena sangrienta, se sintió mareado y aturdido. Ya estaba pálido, pero se mantuvo firme al lado de Celia.—Doctor Gómez, ¿necesita descansar un momento? ¿Que alguien más lo releve? —preguntó una enfermera en voz baja.Él, sin inmutarse, le pasó el instrumento a Celia.—Estoy bien.Celia se concentró por completo en mantener sus manos estables, sin atreverse a distraerse ni un instante.Mientras tanto, fuera del quirófano, Maira lloraba desconsolada en el pasillo. Estrella y otra enfermera intentaban consolarla.—¿¡Por qué!? Por qué… Mi esposo estaba bien, ¿por qué de repente sufrió una hemorragia cerebral? ¡Ni siquiera empezamos nuestra vida m
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