Sí, ella odiaba a César. Lo odiaba por su despreciable deslealtad. No obstante, detestaba aún más a Celia, porque su existencia había arruinado todos sus planes. Si Celia no existiera, ella se habría convertido en la esposa de César y habría escapado del control de ese demonio frente a ella hacía mucho tiempo.Sergio meció suavemente la copa en su mano, y al ver el intenso rencor en sus ojos, se rio.—Ahora demuéstrame tu sinceridad.Sira se tensó. Al instante, entendió su insinuación y palideció.***Por la tarde, Celia entró apresuradamente en el ascensor. Al ver a Nicolás dentro, se detuvo bruscamente por la sorpresa. Al encontrar su mirada, desvió la vista y lo saludó con una sonrisa:—Pues… Qué coincidencia.Dicho esto, se paró a un lado. Nicolás observó confundido la nuca de Celia y entrecerró los ojos.—Hoy pareces un poco rara.Ella mantenía una sonrisa forzada.—¿Rara? ¿Por qué?—Porque ni siquiera me miras.Celia se detuvo en seco. Tras varios segundos, volvió la cabeza lenta
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