Cuando trabajaba, Sofía se volvía una persona seria, reservada y concentrada.De la nada, Sebastián se puso nervioso, la agarró de la muñeca y, mientras se inclinaba hacia ella, le preguntó:—¿De verdad es seguro?Sofía respondió, tranquila:—Seguro.Él insistió:—¿No podrán rastrearte? Si lo descubren, podrías ir a la cárcel.Sofía contestó:—Si estuviera en tu empresa, habría detectado el ataque de Mateo de inmediato. Él ya está acabado.—No hablo de mí, te pregunto si tú puedes garantizar tu propia seguridad.Ella entendió su preocupación.—No te preocupes. Tengo demasiadas cosas que hacer: escribir mi tesis, disfrutar de mi vida. No voy a meterme en un riesgo del que no pueda salir.En San Rafael, había hecho algo arriesgado, pero solo porque estaba segura de cómo no dejar ningún cabo suelto.Cuando vio que él seguía tenso, Sofía lo miró, sin entender.—¿Por qué tan serio? Es cuestión de diez minutos, muy sencillo. Si estás aburrido, ve al baño; cuando vuelvas, ya habré terminado.
Read more