Sofía se puso tensa. Aunque ya había sentido en sus besos y caricias el deseo que él contenía, escucharlo tan directo la hizo temblar. Su corazón dio un vuelco. Esa diferencia de tamaño entre ambos y la idea de que eso durara tanto... seguro iba a doler, ¿no?Parpadeó, sin responder. Alejandro se aguantó la risa. Su expresión confundida, casi coqueta, le parecía encantadora. Pero, como ya había dicho lo que pensaba, no se le pasó por la cabeza retractarse, ni suavizarlo.Fingió ignorar sus nervios y siguió acomodando las flores. Le gustaba su forma elegante, como una corona alada; antes no las soportaba, pero, en ese momento, le parecían muy bonitas.Sofía intentó calmarse, pero no podía dejar de mirarlo. Él, de vez en cuando, parecía provocarla a propósito; sus gestos tranquilos parecían insinuarle cosas una y otra vez. Y claro, su mente empezó a imaginarse esas cosas...Cubriéndose la cara con las manos, trató de aparentar que nada pasaba. Luego, como si nada, volvió a hablar, seria
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