Tomás la miró de arriba abajo y, al pensar en el amor que la señora Navarro le tenía a su hija, empezó a sospechar que tal vez sí era posible.Miró a Julieta, que ya se alejaba, y de repente la llamó:—¡Julieta, espera!Corrió y se puso frente a ella, cubriéndola por completo con su estatura.Pero Tomás no era de esos hombres que asustaban. Para Julieta, ya no tenía ningún peso. Ahora que no estaba cegada por el amor, a él le parecía un tipo común y corriente.¿Cómo llegó a gustarle? Tal vez fue por esa impresión de su esfuerzo y sus ganas de salir adelante, quizás por creer desde el principio que él era especial.Julieta lo miró con seriedad, sin decir ni una sola palabra.Tomás dudó por unos segundos antes de preguntar:—Julieta, ¿la señora Navarro te dejó la tecnología que necesitamos?Julieta lo miró sin ninguna emoción.—Tomás, tú sabes muy bien lo que hice estos cinco años, ¿verdad?Su respuesta era confusa.Tomás, al verla tan tranquila, recordó que durante ese tiempo ella girab
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