Era hora de ser directos y claros.Octavio quedó inmóvil, con la misma cara impasible de siempre, aunque apretaba fuerte la manija de la puerta.—Señor Villalba, como mujer, después de oír atenta su historia, le diré algo —comentó la doctora Elena—. Tal vez ella no compartía sus cosas con usted por desinterés, sino porque era muy insegura, sensible y algo frágil. Según lo que cuenta, no lo enamoró por su apariencia; era una chica gordita que, por alguna razón u otra, lo amenazó para estar con usted. ¿No es así? Ella también sabía que su relación no iba a durar para siempre. Estudiaba a fuerza, era aplicada y buena, como una planta que, aunque no le dé el sol, sigue creciendo con ganas y deseo. Podía pasar hambre una semana entera para salvar a un gato de la calle. Usted cree que eso es tonto, pero sin querer se sintió atraído, porque, en el fondo de su corazón, usted también habría querido salvar a ese gato. Los dos son personas buenas y sensibles, solo que por fuera se ven diferentes.
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