Octavio siguió manejando, sin prestarle atención a Oliver durante todo el camino.Oliver se quejó a regañadientes cuando lo dejó frente a la casa de sus papás.—Ustedes, los adultos no entienden nada, pero yo ya la tengo en WhatsApp, y sé que tengo una oportunidad.Octavio quiso prender un cigarrillo, pero, resignado, solo lo sostuvo sin encenderlo. Miró de reojo al niño en el asiento del copiloto y, con la voz ronca, le dijo:—Está casada. Y tienes la edad de su hija.—No importa, la edad es solo un número. Además, ahora a todas les gustan los jóvenes. Tío, ¿no sabes lo linda que es la señora Rosales? Me dio un pedazo de pizza, me acarició el cabello, huele a rico, tiene la piel muy bonita y, cuando sonríe, parece una verdadera princesa. Estoy seguro de que siente algo por mí...—Es interesante. Es la primera vez que veo a un gordito tan seguro.—Tú solo quieres eliminar la competencia. La señora Rosales dijo que soy lindo.Oliver decidió no seguirle la conversación a Octavio después
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