A las diez de la noche, acostada en la cama, Aitana abrió su cuenta de Facebook, que llevaba mucho tiempo sin usar. El jefe de curso, Fabricio, le había enviado varios mensajes.—Noelia, la próxima semana tendremos una reunión de exalumnos en El Rincón de la Mesa. Todos los detalles están en el grupo, solo faltas tú. ¿Vas a venir o no? Había otro breve mensaje.—Hola, te he enviado varios mensajes y no respondes. Noelia, no te preocupes, si tienes algún problema en tu vida, puedes contárselo a tus viejos compañeros. Te ayudaremos en lo que podamos. En el grupo de la clase, Aitana veía los mensajes aparecer sin parar. En realidad, había pensado en salirse del grupo, pero eran cuarenta y ocho personas, todos los del salón. Salirse sin ningún motivo aparente llamaría demasiado la atención. De todos modos, apenas usaba la aplicación. Revisó también los mensajes antiguos. Tal como esperaba, nadie la mencionaba. En su época escolar, era como el aire: invisible, pero imposible de ignor
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