Estos días, aparte del mensaje raro que recibió, Aitana no tuvo más problemas, así que pronto se le olvidó ese asunto.Su vida seguía normal. Cuando llevaba y recogía a Isidora de la escuela, a veces se veía con Oliver.Las personas que venían por él cambiaban. A veces era Tania, a veces el chofer y otras dos veces Olaya. Pero nunca Octavio.Al verla de lejos, Oliver la llamaba, levantaba la mano y luego corría emocionado hacia ella. Aitana se dio cuenta de que, en las últimas dos semanas, él había bajado un poco de peso.Luego, le acarició la cara, inclinándose cariñosa y sonriéndole.—Tana, vamos a comer empanadas, me lo prometiste.Ese día, la que fue a recogerlo fue Olaya. Cuando Aitana levantó la cabeza al bajar del carro, ambas se miraron fijamente y sonrieron. Olaya se acercó y le revolvió el cabello a su hijo.—Estos días ha estado a dieta, no quiere comer nada… No sé si será porque está enamorado por ahí de alguna niña bonita del colegio —comentó Olaya, mirando con dulzura a I
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