All Chapters of Morí traicionada, renací para destruirlo: Chapter 1 - Chapter 10

—¡Si no firmas, no vas a salir viva de aquí!Seguí la voz y ahí estaba, frente a mí: sin importarle los intentos del médico por detenerlo, me arrancó el respirador y me gritó con rabia.Esa mirada desquiciada era la misma con la que, en la otra vida, pisó el acelerador y me mandó directo a la muerte.Una escena tan familiar... imposible de borrar de mi cabeza.En aquella vida me aferré al orgullo hasta el último respiro.Con las pocas fuerzas que me quedaban hice pedazos el acuerdo de divorcio.Aguanté lo suficiente para salir de la sala de partos y denunciarlo en la universidad.Y esa decisión fue la que me condenó a vivir arrepentida para siempre.—Firmo —murmuré al fin.Me incorporé con esfuerzo y tomé los papeles que Alberto me tendía.Bajo su mirada desconfiada, garabateé mi firma temblorosa.Me arrancó el documento de las manos, lo revisó una y otra vez y, con voz amenazante, me soltó:—¡Andrea! Más te vale no hacer ninguna tontería. Por lo que fuimos, voy a mandar a alguien que

Después de una semana de reposo en el hospital, fui sola con mi hija a la universidad a presentar mi renuncia.—Andrea, ¿cómo que quieres dejar el puesto de un día para otro? ¿Pasó algo en el trabajo? —el rector todavía trataba de convencerme.Sonreí tranquila y negué con la cabeza.—No, nada de eso. Me invitaron a participar en un proyecto en el extranjero y decidí probar suerte.La preocupación en la cara del rector se convirtió de inmediato en admiración.—¡Ah, con que era eso! Siempre supe que alguien como tú no iba a quedarse sin oportunidades.Hizo una pausa, bajó un poco la voz y preguntó:—¿Y Alberto ya lo sabe?Volví a sonreír, pero sin decir nada. Sobre lo que pasaba entre Alberto y yo, no era el momento de contarlo; preferí guardarme las palabras.El rector soltó una risa breve.—¡Seguro le quieres dar una sorpresa! En la facultad todos dicen que ustedes son la pareja más bonita. Que Alberto es un marido ejemplar: siempre acaba la clase a las cinco y media en punto porque, s

En la habitación, una hilera interminable de cosas para bebé estaba acomodada con todo detalle. Con solo mirarlas quedaba claro: Alberto lo había comprado todo para Camila y el hijo que esperaba.—¿Y mis cosas? ¿Dónde quedó lo de mi cuarto? —pregunté con la voz tensa.Camila puso cara de víctima.—Ay, Andrea, lo siento... no sabía que esas cosas eran tuyas. Alberto me dijo que podía acomodar la casa a mi gusto, y pues…Me reí con amargura.—¿Y desde cuándo, dime, desde cuándo esta casa es tuya? Si apenas firmé hace unos días. La mitad la pagué yo. Aunque me divorcie de Alberto, ¡a ti no te toca nada!Sin hacerle caso, subí con decisión en busca de Alberto. Y al ver que no podía detenerme, Camila se arrancó la ropa interior que llevaba, se dio una bofetada delante de mí y se dejó caer al suelo, llorando a gritos.En ese instante, Alberto bajó corriendo las escaleras, descalzo y en bóxer, con arañazos todavía frescos en el pecho, como prueba viva de en qué había estado ocupado.—¡Andrea!

Al salir de la Academia, Gustavo me llevó en auto hasta el aeropuerto.Durante el camino, mi celular no dejaba de vibrar sin descanso.Cuando por fin miré la pantalla, lo que vi fueron imágenes obscenas: Alberto, desnudo, estaba recostado entre las piernas de Camila."Andrea, no te preocupes por mí, Alberto me está haciendo una revisión bien detallada..."Solté una risa amarga mientras hacía captura de cada foto.¿En qué mundo vivimos, que alguien tiene el descaro de mandarle a la víctima las pruebas de su propia traición?Al llegar al aeropuerto, Gustavo escondió una tarjeta bancaria entre la ropita de mi hija.—La clave es tu fecha de nacimiento. Si te falta dinero, no dudes en usarla.Se quedó mirándome un instante en silencio, hasta que al final dijo:—Milena y Ernesto te van a estar esperando. Aprovecha para verlos de nuevo. Yo me encargo de todo acá. Y cuando todo esto pase, nos volvemos a ver.Le estreché la mano. Después de despedirnos, con mi hija en brazos subí al avión rumbo

Ya no hablaban solo de resultados en un papel.Los médicos dejaron claro que Andrea quizá no aguantaría mucho tiempo más.Esa misma noche, Alberto dejó a Camila y salió disparado hacia el hospital, decidido a ver a Andrea.Pero antes de llegar, le entró un mensaje larguísimo de Camila: decía que ella misma había subido sola, estando embarazada, a la cordillera de los Andes. Con eso, estaba poniendo en riesgo dos vidas a la vez.Alberto, dudando entre una y otra, terminó dando media vuelta y fue tras Camila.Para calmarla, se presentó ante Andrea con el acuerdo de divorcio en la mano. En realidad, solo quería cumplir con la formalidad.Estaba convencido de que, con lo orgullosa que siempre había sido, Andrea jamás lo firmaría. Nunca imaginó que aceptara el divorcio.De pronto, la escena volvió a su memoria: Andrea, en la cama del hospital, estampando su firma sin titubear. Ese recuerdo le encogió el corazón.La tenía justo a su lado, a unos pasos... pero él la sintió tan lejos, como si