¡Su hija, la joya de la familia, había sido despreciada por él durante tantos años!Si al menos hubiera sido feliz, con el tiempo, quizás ellos como padres lo habrían aceptado.¡Pero no fue así!¡Su hija, tan joven, se convirtió en madrastra y fue tratada de esa manera!La Señora Herrera dejó a un lado toda etiqueta. —Quiero que pongas distancia con mi hija. Lo que pase con tus hijos no le incumbre. El éxito o fracaso de tu empresa, menos aún. Y punto.Dicho esto, colgó ella misma.Valeria abrazó a su madre. —Mamá, cálmate.—¿Cómo quieres que me calme? —la Señora Herrera estaba pálida de ira.Odiaba la ceguera de ese Sebastián y a la vez la falta de carácter de su propia hija.Al ver a su madre, siempre tan serena, alterada hasta alzar la voz, a Valeria se le encogió el corazón.—No volverá a pasar, por favor, tranquilízate.Cuando Vicente bajó, vio el estado de su madre. —¿Qué pasa?—Ni me preguntes —respondió la Señora Herrera, explicando el asunto en pocas frases.El rostro de Vi
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