Después de que me fui, Benito y los suyos llevaron a toda prisa a Rosa al hospital.En medio del trayecto, Melina empezó a descomponerse: le faltaba el aire, el asma había regresado con fuerza por la agitación del momento. Con el rostro amoratado, se aferró a la mano de su hijo.—Hijo, ayúdame, no aguanto más...Del otro lado, Rosa también se retorcía, jalándole la camisa a Benito con desesperación.—Benito, me falta el aire...Él no sabía a quién atender primero; se quedó paralizado, con la mirada perdida.Cuando estaban a punto de ingresar a Melina en urgencias, se cruzaron con el director del hospital y con el mayor especialista en asma del país.Benito no lo pensó dos veces: dio un paso al frente y cayó de rodillas con un golpe seco.—¡Señor Hugo, doctor José, se lo ruego, salven a mi madre! Ha tenido una crisis muy fuerte, está grave. Hace poco una mujer llamada Rosa intentó conseguir una cita con usted, ¿la recuerda?—¿Tú eres el esposo de Fiona, verdad?A Benito se le encendiero
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