Share

Donde el amor me dejó vacía
Donde el amor me dejó vacía
Author: Dalia

Capítulo 1

Author: Dalia
Ese día, justo cuando Benito salía de la clínica con Rosa, yo terminaba los trámites en el hospital.

En cuanto crucé la entrada, me llegaron risas y voces alegres desde adentro.

—¡Qué bebé tan hermoso! Con esas cejitas gruesas salió igualito a Benito. Rosa, gracias por darle un hijo a la familia Cruz —dijo Melina, mi suegra, mientras acunaba al recién nacido.

En ese momento Benito salió de la cocina con un tazón humeante.

—Rosa, sé que has pasado por tanto... yo mismo preparé esta sopa, tienes que reponerte.

Se sentó en la orilla de la cama, la miró con ternura y empezó a darle de comer, aparentando ser la familia perfecta.

Felipe, mi suegro, entretenía al niño con un sonajero, sonriendo de oreja a oreja.

—Este niño va a ser tan encantador como su mamá. Menos mal que no lo tuvo Fiona, esa seca. Con una madre doctora no se puede vivir.

Apreté con fuerza el picaporte.

Recordé cuando conocí a Felipe: me dio una palmada en el hombro, orgulloso de tener una nuera doctora. Y ahora resulta que, para él, ser doctora era un defecto imperdonable.

Cuando nos casamos y la familia de Benito pasó por una crisis, fui yo quien puso todos mis ahorros, decenas de miles, para sacarlos adelante.

Y ahora, después de un año de especialización en el extranjero, descubrí que ya no había lugar para mí en esa casa.

Bajé la cabeza y solté una sonrisa amarga.

Llevábamos tres años de casados. También habíamos tenido un hijo... hasta que un accidente me lo arrebató y me dejó sin poder volver a tener hijos.

Me vine abajo. Entonces Benito me abrazó y me juró que nunca tendría hijos con nadie más...

Pero ahora rompió su promesa. Para cumplir el último deseo de esa mujer, decidió traicionar nuestra vida juntos.

Todavía recuerdo el día en que me fui al extranjero: lloraba como un niño y me apretaba contra su pecho, sin querer soltarme.

Ese año no pasó un solo día sin que habláramos. Mis compañeros se reían diciendo que, después de tres años de casados, todavía parecíamos novios en plena luna de miel.

Hasta que, hace un mes, me dieron un permiso especial y, después de nueve horas de vuelo, corrí a casa sin importar el cansancio. Y lo que me encontré fue a Benito paseando de la mano con Rosa, con la panza ya bien crecida.

Mis pensamientos se cortaron con la voz de ella:

—Fiona, ¿cuándo regresaste? ¿Por qué te quedas en la puerta?

Todos en la sala giraron la vista hacia mí.

Melina, al ver los papeles de mi renuncia en mi mano, me soltó con fastidio:

—¿Cómo pude permitir que Benito se casara contigo? ¿Renuncias a tu trabajo? ¿Piensas vivir a costillas de mi hijo?

Felipe no tardó en unirse:

—Ni siquiera sabes aprovechar un buen puesto. ¿Para qué sirves entonces? Si hubiera sabido que eras tan inútil, jamás habrías entrado a esta familia. Rosa está delicada, y con ella y el bebé es puro gasto. ¿Y tú qué haces? En vez de ayudar a Benito, solo estorbas.

Solté una risa amarga.

—¿Y Benito? Mientras yo me mataba estudiando, él fue y embarazó a otra. ¿Eso les parece ser un buen esposo?

—¡Fiona, ya basta! —Benito me miró con frialdad, molesto—. ¿No entiendes que lo hice pensando en ti? Tú no puedes tener hijos, así que dejé que Rosa tuviera un hijo por ti, para que al fin supieras lo que es ser madre. ¿Por qué no puedes ver la intención detrás de todo?

—Además, fue por inseminación artificial. Es lo mejor para todos: Rosa cumple su último deseo, y tú puedes ser madre sin pasar por dolor. ¿Qué hay de malo en eso?

—Hace dos años Rosa me salvó la vida en un accidente. Perdió a sus padres y ahora está en fase terminal de cáncer. Pronto no quedará nadie que la recuerde. Siendo mujer, deberías entenderla, no atacarla. ¿O crees que soy un miserable?

Rosa, con gesto dolido, le tomó la mano a Benito y me miró con los ojos llenos de súplica.

—Fiona, no me culpes más. Sé que todo esto es por mi culpa. Te prometo que me apartaré de sus vidas, pero por favor, no destruyas tu matrimonio por mí.

Los miré a los cuatro frente a mí: ya habían elegido de qué lado estaban. Y entendí que ellos eran la verdadera familia.

Entonces Benito habló con voz seca y tajante:

—Fiona, se me está acabando la paciencia. Si vuelves a molestar a Rosa, no me obligues a hacer algo que no quiero. Si quieres seguir a mi lado, más te vale quedarte callada. La semana que viene, en el bautizo, voy a decir delante de todos que tú eres la madre del niño.

¿La semana que viene?

Volteé hacia la cuna, donde el bebé dormía plácidamente. Justo la fecha en que debía viajar al extranjero.

Y en ese momento lo decidí: antes de irme, les dejaría un recuerdo que nunca podrían borrar.
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Donde el amor me dejó vacía   Capítulo 10

    Se me escapó una sonrisa irónica. Ya me imaginaba su reacción.Al volver al campamento, una compañera se me acercó con curiosidad.—¿Ese guapo era tu novio? Vino desde tan lejos a buscarte. Eso sí que es amor. El mío, en cambio, apenas supo que me iba de voluntaria me dejó y ya anda con otra. Pero dime, ¿por qué no te fuiste con él?Guardé la caja de comida y respondí sin darle importancia:—No es mi novio. Es mi exesposo.Ella se quedó helada y no dijo nada más. Al poco, me olvidé del asunto.Dos años después, gracias a una oportunidad inesperada, pude regresar a mi país.Ya no era la misma: veía la medicina con más profundidad y con otra calma. Y esta vez volví acompañada de mi novio, Jorge.Nos conocimos en plena misión de rescate. Hubo una explosión y, agotada, con el azúcar por los suelos, me desplomé justo antes de que explotara otra bomba.Él se lanzó sobre mí, me cubrió con su cuerpo y me salvó la vida. Yo apenas salí con unos rasguños, pero él terminó con una pierna malherida.

  • Donde el amor me dejó vacía   Capítulo 9

    Al ver mi firmeza, a Benito le entró el pánico. Me sujetó la mano con desesperación, la voz hecha trizas.—Perdóname, Fiona, sé que fallé. No debí engañarte, no debí pensar que con Rosa podía tener un hijo... Haz conmigo lo que quieras, pero no me digas palabras tan crueles.Agachó la cabeza, casi suplicando:—Ya estoy pagando el precio. Rosa está muy mal, los doctores dicen que le queda poco... quizá días. ¿Y yo qué voy a hacer solo con un niño? Tú me juraste que estarías conmigo toda la vida, ¿ya lo olvidaste?Con un tirón solté mi mano de entre las suyas.—Lo que pasó ya quedó atrás. Estamos divorciados, Benito. De ahora en adelante tu vida es tuya y la mía es mía. Y no olvides: el que rompió la promesa fuiste tú, no yo. Si la rompiste primero, ¿con qué cara me exiges que yo la cumpla?Lo miré sin pestañear, dejando claras mis palabras.—No voy a dar ni un paso atrás. Y mucho menos voy a convertirme en la niñera gratis tuya y de tu hijo. Olvídalo.Él, con los ojos llenos de lágrimas

  • Donde el amor me dejó vacía   Capítulo 8

    Me quedé paralizada de golpe y, sin querer, se me vino a la cabeza la imagen de Benito.El corazón me dio un vuelco.¿Y si... de verdad era él?No terminé de reaccionar cuando, de pronto, apareció entrando, buscándome con desesperación.—¡Fiona, eres tú!Con los ojos rojos se lanzó hacia mí y me abrazó con fuerza. Sentí sus lágrimas resbalar por mi cuello.Entonces recordé el mensaje que mi abogado me había mandado justo antes de despegar: el divorcio ya estaba en marcha. Aunque Benito se opusiera, en cuestión de semanas la ley lo daría por terminado.¿Entonces qué hacía aquí? ¿Para qué había venido desde tan lejos?Me aparté con frialdad, con la mirada firme.—Benito, ya no somos marido y mujer.Al oírlo, se le llenaron aún más los ojos de lágrimas. Se le quebró la voz:—Fiona, no me rechaces, por favor. Crucé aeropuertos, pregunté en todas partes hasta que al fin logré encontrarte. No sabes lo que fue este mes sin ti. Mi madre... ya no está.Me quedé helada. Nunca imaginé que Melina

  • Donde el amor me dejó vacía   Capítulo 7

    En el avión apoyé la frente contra la ventanilla y vi cómo el paisaje se hacía pequeño, hasta que una sacudida me echó hacia atrás y el avión despegó.Me recorrió una sensación rara, casi irreal.Desde ese momento sentí que ya no tenía un país al que llamar hogar: me entregaba al mundo entero.Tras más de diez horas de vuelo, mis compañeros y yo aterrizamos agotados.El contraste con mi tierra fue brutal. Allá reinaban la paz y el orden; aquí, la guerra lo teñía todo: hombres armados en cada esquina y el miedo constante de perder la vida por cualquier descuido.En la camioneta rumbo al campamento, el coordinador médico nos dio las primeras instrucciones y, casi sin dejarnos respirar, repartió una pistola a cada uno.—Salvar vidas es lo primero —dijo con voz grave—, pero ninguna vale más que la suya.Sus palabras me calaron hondo.Recordé mis años con Benito... cómo lo había puesto en el centro de todo. Era más importante que yo, más que mi propia vida. Y ahora me doy cuenta: ese muchac

  • Donde el amor me dejó vacía   Capítulo 6

    Después de que me fui, Benito y los suyos llevaron a toda prisa a Rosa al hospital.En medio del trayecto, Melina empezó a descomponerse: le faltaba el aire, el asma había regresado con fuerza por la agitación del momento. Con el rostro amoratado, se aferró a la mano de su hijo.—Hijo, ayúdame, no aguanto más...Del otro lado, Rosa también se retorcía, jalándole la camisa a Benito con desesperación.—Benito, me falta el aire...Él no sabía a quién atender primero; se quedó paralizado, con la mirada perdida.Cuando estaban a punto de ingresar a Melina en urgencias, se cruzaron con el director del hospital y con el mayor especialista en asma del país.Benito no lo pensó dos veces: dio un paso al frente y cayó de rodillas con un golpe seco.—¡Señor Hugo, doctor José, se lo ruego, salven a mi madre! Ha tenido una crisis muy fuerte, está grave. Hace poco una mujer llamada Rosa intentó conseguir una cita con usted, ¿la recuerda?—¿Tú eres el esposo de Fiona, verdad?A Benito se le encendiero

  • Donde el amor me dejó vacía   Capítulo 5

    —¿Qué haces? Te advierto que no digas estupideces, o no me la vas a acabar.En sus ojos se notaba el nerviosismo. Me jaló de la manga y me susurró con tono amenazante, pero yo retiré la mano sin dignarme a mirarlo.Si no tenía nada que ocultar, ¿por qué temía que lo desenmascarara?Respiré hondo y hablé con calma, mirando al público:—Antes que nada, gracias a todos por venir de tan lejos a este bautizo. Muchos de ustedes estuvieron en mi boda con Benito, y siempre guardé sus buenos deseos. Pero seguro también vieron la foto familiar colgada en la entrada.Apenas dije eso, la cara de Benito se endureció.Trató de arrancarme el micrófono, pero me moví rápido y seguí:—La verdad, yo también me quedé helada al verla. Estuve un año fuera estudiando y, cuando volví, me encontré a Benito con otra mujer… y con un hijo en camino. Hasta tuvieron la desfachatez de decirme que era "por mi bien", que yo debía criar a ese niño como si fuera mío. Pues no. No pienso tragarme esa mentira ni cargar con

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status