Si las cosas entre ellos mejoraban esa noche, Diego me dejaría en paz, y yo se lo agradecería eternamente.A mitad de la cena fui al baño. Al salir, pasé junto a un salón privado con la puerta entreabierta. Adentro estaba todo a oscuras, pero al pasar alcancé a distinguir las siluetas de dos personas abrazadas, al parecer besándose.Apresuré el paso para alejarme de ahí. Cuando volví a nuestro privado, Diego, que estaba en la cabecera, no se encontraba, y el asiento de Ivanna también estaba vacío.Recordé a la pareja en el oscuro salón y, aunque no les vi la cara, por su complexión estaba casi segura de que eran ellos.Diez minutos después, regresaron uno detrás del otro. Noté que la camisa de Diego estaba arrugada e Ivanna traía dos botones de la blusa desabrochados.Diego le lanzó una mirada al señor Dueñas, quien entendió de inmediato y, levantando su copa, dijo:—Señores, ya es tarde. Brindemos una última vez para cerrar la noche y dejar espacio para los éxitos que vendrán. ¡Salud!
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