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Capítulo 2

Author: Gancanjo
Apenas Sofía renunció, su jefe me pasó todas sus tareas.

Estaba tan ocupada que apenas podía respirar, cuando de pronto escuché un alboroto entre mis compañeros.

—¡Sofía! —gritó alguien—. ¡No puede ser, estás irreconocible!

Al levantar la vista, la vi entrar en la oficina con los brazos llenos de bolsas de marcas de lujo.

Caminaba con la cabeza en alto, se acariciaba el vientre con gesto triunfante y dijo, llena de orgullo:

—¿Qué pasa? Muy pronto, mi hijo va a heredar un país entero.

El silencio fue total. Todos la miraban como si hubiera perdido la cabeza.

Todos recordaban que hace nada Sofía se reía de cualquiera que hablara de casarse o tener hijos.

Decía que eso era una pérdida de tiempo, que lo inteligente era invertir el dinero en uno mismo.

Y ahora, apenas unos días después, venía diciendo que estaba embarazada.

Encima, cuando se enteraron de que había vendido su casa, algunos compañeros intentaron advertirle:

—Sofía, ¿cómo puedes creerle a alguien que vende su esperma? ¡Te están estafando!

Pero ella, altiva, los fulminó con la mirada.

—¿En serio creen que soy tan ingenua como Catalina? —soltó con una sonrisa desdeñosa—. Ella ni siquiera sabe quién es el padre de su hijo y va a hacerse una inseminación... si fuera yo, ya me habría muerto de vergüenza.

Dicho eso, abrió su bolso, sacó un puñado de invitaciones doradas y las lanzó sobre mi escritorio.

—En cinco días mi futuro esposo vendrá a buscarme. La boda será aquí mismo.

—Me miró con una sonrisa soberbia—. Los espero ahí... para que vean lo que es codearse con la realeza.

Luego dio media vuelta y salió caminando con paso firme, el aire de quien cree que el mundo entero le pertenece.

Los compañeros, ya cansados del alboroto, empezaron a murmurar entre ellos:

—Catalina, ¿no era Sofía tu amiga? ¿Qué le pasa? ¿Se volvió loca? ¿Ahora se cree casada con un millonario?

—Y dime, ¿de dónde sacó tanto dinero? —agregó otra, bajando la voz—. Si el tipo ese solo vendió esperma, no puede ser rico. ¿Con qué cara se siente superior?

—Vendió su casa, se llenó de ropa y bolsas de diseñador... —suspiró alguien más—. A ver cómo piensa criar a ese bebé. Cuando yo intentaba quedar embarazada, ella se burlaba de mí diciendo que no tenía nada mejor que hacer.

El comportamiento de Sofía ya estaba irritando a todos. Más de uno me aconsejó alejarme de ella antes de que me arrastrara a sus dramas.

Pero no pasó mucho antes de que Sofía mandara un mensaje al grupo de la oficina: la dirección de un hotel de cinco estrellas, acompañada de un texto lleno de orgullo.

“Este sábado mi esposo me recibirá aquí, con una fiesta. Todos están invitados. ¡Es su oportunidad de conocer la alta sociedad!”

Nadie lo tomó en serio.

A fin de cuentas, nadie creía que Sofía realmente hubiera dado ese “gran salto” del que tanto presumía.

Aquel hotel de cinco estrellas era uno de los más conocidos de la ciudad; todo ahí costaba una fortuna. Hasta una simple botella de agua salía carísima.

En las redes de Sofía, las fotos de su nueva vida de lujo se multiplicaban una tras otra, y en todas me etiquetaba.

En cada imagen aparecía cubierta de joyas, con vestidos de diseñador y una sonrisa que destilaba soberbia y satisfacción.

Se me apretó la mandíbula mientras revisaba sus publicaciones, y dejé escapar un suspiro frío.

—Ríe todo lo que quieras, Sofía... —murmuré—, porque no falta mucho para que se te borre esa sonrisa.

El sábado, mis compañeros insistieron en arrastrarme al hotel.

—No puedo creer que Sofía haya tenido tanta suerte —decía una de ellas—. ¿De verdad le tocó el esperma de un millonario? Con lo arrogante que fue contigo... tenemos que ir y ver qué tan cierto es eso.

Cuando llegamos a la entrada, lo primero que vimos fue una enorme foto de Sofía junto a un hombre extranjero.

Y entonces apareció Sofía, tomada del brazo de aquel hombre, caminando con esa seguridad arrogante tan suya.

—¿Qué tal, mi amiga la pobre? —dijo Sofía con una sonrisa cargada de burla—. Pensé que no tendrías el valor de venir.

Se acomodó el cabello con gesto altivo antes de añadir, en un tono aún más provocador:

—Seguro te mueres de envidia. No todas tienen mi buen ojo para elegir el esperma perfecto. Debe dolerte verme tan radiante, ¿no?

Sus ojos brillaban de orgullo, pero ni siquiera notó que el hombre a su lado la observaba con frialdad, completamente desinteresado, sin un mínimo rastro de cariño.

Yo, en cambio, solo esbocé una leve sonrisa.

—No —respondí con calma—. Estoy feliz por ti... de verdad.
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