All Chapters of El regreso de la auténtica heredera: Chapter 11 - Chapter 20

—La fortuna es algo que, si uno la gana, otro la pierde. Si ellos recibieron quinientos mil, la familia García debió de haber perdido cientos mil a cambio —dijo Elena con seriedad.Martín, en cambio, se quedó un poco sin palabras.—La semana pasada un proyecto de la sucursal tuvo problemas, sí que perdimos unos cientos mil, pero esa cantidad, para él, era insignificante, y mucho menos le iba a preocupar a Carlos, siendo presidente.—Cuando dijiste que íbamos a perder dinero, pensé que al menos serían unos millones, pero resultó que solo eran unos cientos mil.Martín tenía la expresión de no es que lo haya olvidado, es que tus palabras me llevaron a pensar otra cosa.Elena se quedó sin palabras.Entonces no era que no les hubieran robado la fortuna, sino que lo que se llevaron era tan poco para la familia García que ni cuenta se dieron.Malditos ricos.Aunque ahora ella formaba parte de la familia García, no pudo evitar sentir un poco de envidia.—El hijo de Doña López perdió todos los

Y considerando que, incluso después de que la señorita de los Soto quedara con discapacidad, toda su familia la siguió tratando con amor y cuidados, bastaría un malentendido para que la relación entre los García y los Soto llegara a su fin.—Eso de inteligencias suena a puro invento. Si fuera tan fácil cambiar, ¿entonces yo también podría cambiarme una? —dijo Samuel, que ya no sabía si realmente no lo creía o si lo único que quería era llevarle la contra a su nueva prima, Elena.Elena, al verlo insistir con tanta necedad, por fin le concedió una respuesta, muy seria:—Claro que sí, tú perfectamente podrías cambiar una.Elena tenía los rasgos delicados, la cara todavía con un toque infantil, y de entrada daba esa impresión de muchacha buena y dócil. Por eso, cuando soltó la respuesta con tanta seriedad, Samuel pensó que de verdad lo estaba aconsejando.Pero al siguiente instante, al caer en lo que le había dicho, reaccionó de golpe.¡Esa mujer le estaba diciendo que era un tonto!—¡Te a

Rebeca se esforzaba por convencer a María, y también por convencerse a sí misma.—Que el señor García se haya enojado hoy quizá fue solo porque hicimos ruido en su casa. Lo de cancelar la cooperación debe ser una coincidencia. En los negocios nada es tan a la ligera, seguro no tiene nada que ver con lo que pasó en la casa de los García.María, al escucharla, empezó a dudar:—¿Seguro?—Seguro que sí —respondió Rebeca con firmeza, mientras sacaba su celular—. Mira, en el grupo también estaban comentando sobre la hija de los García. Dicen que pasado mañana la familia dará una fiesta para presentarla oficialmente. Si conseguimos una invitación, ahí podremos verlo con nuestros propios ojos.Al oírlo, María no pudo evitar mostrar cierta vacilación. Después de todo, el Grupo García acababa de cancelar la cooperación, conseguir una invitación no sería tarea fácil.Rebeca, al verla, se apresuró a insistir:—Si Elena no es la hija que acaban de recuperar, mejor todavía, porque papá podría explic

En el siguiente instante, el portón frente a Elena se abrió solo. Ella entró y, al verla, el pequeño ser que estaba rodeado por los guardias corrió enseguida hacia ella.La criatura que había permanecido oculta en las sombras por fin mostró su verdadero aspecto,un zorrito completamente blanco, con un cuerpo redondito y una enorme cola esponjosa. En el lomo llevaba una mochila para mascotas que claramente contenía algo dentro, al correr, la mochila brincaba y se sacudía sobre su espalda.En unos cuantos brincos, el zorro llegó hasta donde estaba Elena, se trepó de un salto a sus piernas y empezó a escalarla mientras soltaba unos gemidos lastimeros, como si se quejara. Ya no quedaba rastro del aire feroz con que le había gruñido a los guardias hacía un momento.Elena, con algo de resignación, le sostuvo las patitas traseras y la cargó en brazos. Aunque en el fondo pensaba que con el olfato del animalito no era posible que hubiera llegado al lugar equivocado.Justo cuando pensaba en eso,

Elena se quedó desconcertada.—Pero Samuel dijo que no se podían traer animales con pelo.—Tú misma lo dijiste, si él puede estar aquí, ¿por qué tu zorro no? —Martín arqueó una ceja y sonrió, devolviéndole a Elena sus propias palabras para molestar a Samuel. Al mismo tiempo levantó la mano y le dio un suave toque en la cabeza al pequeño zorro, con un gesto elegante y casi íntimo.Al ver que Elena seguía mirándolo sin saber qué decir, Martín solo le dedicó una sonrisa ligera, en sus ojos, llenos de brillo y determinación, había calidez.—Tranquila, aquí estoy yo.Aquella frase hizo que Elena sintiera como si una corriente tibia le acariciara el corazón, esa sensación familiar volvió a envolverla.Abrió la boca, por instinto quería decir gracias, pero de golpe recordó lo que él le había dicho: "Conmigo no tienes que dar las gracias".Así que se tragó las palabras y, en su lugar, le asintió con docilidad.—Está bien.Subió con el zorro en brazos. Cuando cerró la puerta del cuarto, se dio