—Selena, felicidades por la apertura.La mirada de Clarisa se posó en Selena con una mezcla pegajosa de falsa compasión y alarde.—De verdad admiro tu valor. Dejar a Adrián y aun así montar un estudio tan fino…—Ah, y antes de venir, Adrián me pidió que te lo dijera —se tapó la boca, como si recordara algo de pronto, y fingió preocupación—: que si te falta dinero, se lo pidas sin pena. Al fin y al cabo, fueron pareja; no te va a dejar a la deriva.—¡Pero qué…! —Amaya saltó, lista para estallar, con la mano sobre la mesa.Una mano delgada la contuvo con suavidad.Era Selena.Frenó a su amiga, levantó la vista hacia Clarisa y hasta sonrió con cortesía.—Gracias por la “preocupación” del señor Reyes.Al verla tomar la palabra, Clarisa creyó que iba a tomar el salvavidas. La satisfacción se le notó más; suspiró con fingida empatía y siguió:—No se lo tomes a mal. Adrián solo es demasiado blando; le duele verte batallando sola. Dice que tu estudio es muy lindo, sí, pero que está retirado, c
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