Lucía le lanzó cada palabra a Alejandro con el peso de una advertencia.Él respiró hondo, conteniéndose para no discutir.—Lucía, sal un momento, por favor. Hablaré con ella, se lo explicaré todo.Laura, que ya se había incorporado, le apretó la mano de su amiga y giró el rostro hacia otro lado.Lucía entendió el mensaje y, con fastidio, terminó por levantarse y salir.En la habitación quedaron solo los dos.Alejandro se aflojó la corbata y se sentó junto a Laura.Intentó tomarle el brazo, pero ella lo apartó de inmediato.—No hagas esto, ¿sí? Estoy agotado. De verdad.Ella no respondió; sus hombros empezaron a temblar.Alejandro supo que estaba llorando otra vez, y sintió que el pecho se le llenaba de agujas.—Perdóname, todo es culpa mía.La rodeó desde atrás, y aunque ella se resistía, no la soltó.—La empresa está en crisis. Los contratos se cayeron, las pérdidas son enormes, y en casa todos se gritan. No tengo cabeza para nada más.—Entre Camila y yo no hay nada. Se puso terca, de
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