—Tú… —Marina se atragantó con sus propias palabras, sin saber qué decir por un buen rato.Camila, que siempre había sido callada, dócil, acostumbrada a soportarlo todo, ¿desde cuándo sabía defenderse así?Y lo peor: había traído a colación el nombre de Alejandro y de la empresa, haciendo que ella quedara como la irracional.—Está bien. Cuando Sofi decida qué restaurante quiere, mándeme el nombre. Tengo asuntos que atender, así que corto aquí.Dicho eso, Camila colgó.Al oír el tono ocupado, Marina casi se quedó enfurecida sin aire.—¡Esa mocosa… se atrevió a colgarme el teléfono!Temblaba de rabia, a punto de lanzar el móvil contra la pared.Sofía, sorprendida al verla así, preguntó: —¿Camila no va a venir?—¡Seguro Alejandro la ha consentido demasiado! Una gallina estéril, de origen vulgar, ¡y tiene la suerte de casarse en la familia Jiménez! ¡Debería dar gracias de rodillas, y aun así se atreve a desafiarme!Marina apretaba el pecho de la furia, olvidando toda compostura mientras ins
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