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Capítulo 6

Author: Candela Dulcérez
No era que a Catalina le gustara especialmente este bebé.

Antes de descubrir la verdad sobre la subrogación, anhelaba con ilusión la llegada de lo que creía era el fruto de su amor con Ricardo.

Pero al saber la verdad, sus sentimientos hacia el bebé se volvieron complejos.

Agradecía que el plan del canalla no hubiera funcionado, pero no sabía cómo enfrentar la existencia de esta vida.

Ella y Héctor eran completos desconocidos, solo con un error del destino los unió a través de un bebé.

Catalina no se atrevía a imaginar cómo sería su convivencia después del nacimiento.

—Tranquila, el bebé está bien.

—La embarazada debe mantener la calma y evitar el agotamiento.

Catalina asintió:

—Gracias, doctor.

Tras la salida del doctor, buscó su celular.

La última persona que vio antes de desmayarse fue Polo, seguramente fue él quien la trajo al hospital.

Debía pagarle los gastos médicos.

La puerta se abrió de nuevo.

Catalina alzó la vista y se encontró con una persona inesperada.

—¿Héctor? —exclamó sorprendida.

El hombre, vestido con un traje gris, entró con paso rápido.

En un instante estuvo junto a su cama.

Antes de que Catalina reaccionara, su mano ya estaba en su frente.

Ella parpadeó, desconcertada.

Héctor retiró la mano y se sentó en una silla:

—¿Te duele algo más?

Comparado con su actitud fría y distante en su encuentro anterior, ahora parecía más humano.

Catalina lo miró con curiosidad, pero Héctor no mostró emoción alguna, solo dijo:

—No lo malinterpretes. Como tu futuro prometido y el padre del bebé que llevas, es lo correcto venir.

Tuvo razón.

Catalina ignoró la extraña sensación en su pecho.

Al ver la seriedad de Héctor, una chispa de burla brilló en sus ojos.

—Pero solo somos esposos por contrato, y aún no nos hemos casado.

Héctor, ante su mirada directa, asintió sin expresión:

—Si puedes, podemos ir a registrarnos el matrimonio cuando quieras.

Catalina se quedó sin palabras.

Su comentario burlón se volvió en su contra.

—No, no.

Aún no había logrado divorciarse de Ricardo.

Si se corría el rumor de que el presidente del Grupo Mendoza era un amante, ella no quería cargar con esa fama.

Además, entre ellos no había nada, no iba a aceptar culpas injustas.

—El Grupo Mendoza tiene un hospital privado, voy a organizar tu traslado. descansa bien allí.

Catalina abrió la boca para negarse, pero al ver la actitud profesional de Héctor, supuso que su preocupación era por el bebé.

—Está bien.

Héctor miró su reloj:

—Tengo una reunión. Mi asistente está afuera, pídele lo que necesites.

Un joven entró rápidamente e hizo una reverencia:

—Señora, soy Carlos.

Catalina miró a Héctor:

—Puedo valerme sola, que tu asistente te acompañe.

No se sentía cómoda con la cercanía de Héctor.

Usar sus recursos y su gente ya le resultaba incómodo.

Mandar a su asistente sería demasiado.

—No es nada.

Héctor se levantó y solo le dejó su espalda.

Catalina no insistió.

Tras la partida de Héctor, Carlos no se quedó en la habitación.

—Estaré afuera, llámeme si me necesita.

Catalina encontró su celular en el cajón de la mesita.

Al desbloquearlo, vio muchos mensajes de sus compañeros de trabajo.

Pero la pareja que la había llevado a esta situación permanecía en silencio.

Respondió primero a Polo.

Le dijo que estaba bien y le transfirió el dinero del hospital.

"Srta. Catalina…"

Polo parecía querer decir algo más.

Catalina envió un signo de interrogación.

"Ay, nada, descanse y mejore pronto."

Su intuición le decía que Polo ocultaba algo, pero no era de presionar.

Si hubiera podido hablar, lo habría hecho directamente.

Seguramente había rumores en la empresa por su desmayo.

A Catalina no le importaba.

Si había chismes, ella no era la que debería preocuparse.

Ricardo quería tanto a Carolina que no permitiría que fuera criticada.

Como si lo hubiera invocado, el celular sonó con urgencia.

Al ver el nombre de Ricardo en la pantalla, Catalina descolgó.

Había pasado mucho tiempo desde su ingreso al hospital, y esta era su primera llamada.

Su corazón estaba helado, preguntó con calma:

—¿Qué pasa?

Ricardo pareció molestarse por su tono frío.

—¿Catalina?

Ella refunfuñó:

—¡Habla rápido!

Solo entonces Ricardo confirmó que era ella.

—¿Qué actitud es esa?

Catalina iba a responder con sarcasmo, pero Ricardo continuó:

—Bueno, esta vez te perdono. ¡Pero que no se repita!

—En la empresa hay rumores por lo de hoy, ve a aclararlos.

—Carolina es tu hermana, ¿vas a permitir que hablen mal de ella?

Catalina creía que Ricardo ya había llegado al límite de la desfachatez, pero encontró una manera de ser aún peor.

—Primero, no sé qué rumores hay. Y si los hay, no son mi problema, no tengo obligación de aclarar nada.

—Segundo, ella es solo mi hermanastra. Tú, como cuñado, te preocupas más por ella que yo. Si te duele, resuélvelo tú, ¡no me uses!

—Tercero, me empujaste contra la pared y terminé hospitalizada. Si no me das una explicación, denunciaré por lesiones intencionales.

Colgó sin dar tiempo a respuesta.

Apagó el celular y lo tiró a un lado.

Llamó a Carlos para preguntar cuándo sería el traslado.

Carlos dijo que llegarían pronto.

—Por favor, ayúdame a empacar.

—Claro.

Apenas Catalina salió del hospital, Ricardo llegó como un loco.

Al ver la habitación vacía, agarró a una enfermera:

—¿Dónde está la paciente? ¿Cómo está el bebé?

La enfermera, molesta:

—¿Quién es usted?

—¡Soy su esposo!

La enfermera lo miró con extrañeza:

—¿Y esta señorita es?
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