Fernando salió como alma en pena.Regresó solo a su departamento, y las imágenes se le mezclaron sin descanso: la decisión fría de Luisa frente a él y la sonrisa cálida que le dirigía a Alejandro. Sentía que se volvía loco. Se dejó caer en la cama y, entre sombras, se quedó dormido.Cuando volvió a abrir los ojos, estaba de nuevo en la gala de elección de esposa.La euforia le estalló en el pecho: esta vez, el ramo que había elegido eran los tulipanes que representaban a Luisa. “Perfecto”, pensó. “Así podremos empezar de cero, ya no tendré que…”.Pero, ante sus propios ojos, su cuerpo se rebeló: tiró de un manotazo la vara de orquídea que llevaba y se marchó del salón hecho una furia.“¿Qué…? ¿Por qué no puedo moverme?” Intentó volver a su sitio, meterse en su propio cuerpo, y ni siquiera logró rozarlo. Vagó alrededor de sí mismo como un fantasma.La Luisa de allí sí lo amaba con todo el corazón. Y, sin embargo, vio cómo él la citaba a solas, cómo le tomaba fotos íntimas, y después, en
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