MasukLo primero que hice al regresar a la gala para elegir esposa fue intercambiar en secreto mi tarjeta numerada de candidata por la de mi hermana adoptiva. Cuando Fernando Romero tomó el ramo con el número de Lucía Benítez, se le desbordó la alegría en los ojos. Le sostuvo la mano y, solemne, le juró una vida entera. —Lucía, serás la única mujer de mi vida. Luego se volvió hacia mí y, de golpe, se le heló la mirada. —Siempre te vi como a una hermana. No intentes ocupar el lugar de Lucía. Aquel aviso frío me atravesó el pecho. Las habladurías me devoraron otra vez, igual que en mi vida pasada. Todos se burlaban de mí, la “arrastrada” de Fernando. Diez años detrás de él con el corazón en la mano… y el hombre terminó enamorado de la supuesta heredera, mi hermana adoptiva.
Lihat lebih banyakCuando Luisa y Alejandro llegaron al hospital, Pilar ya estaba afuera del cuarto.Luisa se detuvo un segundo al ver el rostro pálido de la mujer y el brillo húmedo en sus ojos. Caminó hacia ella en silencio. Venía lista para recibir un regaño: al fin y al cabo, se sentía la causa indirecta de lo que le había pasado al hijo de Pilar.Pero Pilar solo la miró hondo unos segundos, suspiró, y las lágrimas volvieron a correrle. Abrió los brazos y la estrechó.Aquel abrazo, delgado pero tibio, quebró por fin la resistencia de Luisa; se le soltó el llanto.—Perdón… tía Pilar, perdón…Pilar le dio una palmadita en la espalda y forzó una sonrisa firme.—No es tu culpa. Fue decisión de Fer.Luisa alzó la vista, sorprendida. En la mirada de Pilar había dolor… y compasión.—¿Cómo lo sabe…?—Fer no te lo ha dicho, ¿verdad? —Pilar bajó la voz—. El sueño que tuvo.***Luisa se sentó en la banca del pasillo con la mente hecha nudos.Jamás habría imaginado que Fernando también recordaría la vida anterio
Fernando soñó largamente.Sabía que estaba a punto de morir, y estaba dispuesto. En el fondo sentía que su vida debía pagarle una deuda a Luisa. Antes, cuando intentó ofrecérsela, ella la había rechazado con asco: no quería nada “manchado” por él.Recordó cada detalle del instante final, como si todo se hubiera movido en cámara lenta. Cuando el brillo helado del cuchillo le hirió los ojos, en su cabeza solo quedó una idea: “No puedo permitir que Luisa muera otra vez.”Se lanzó por reflejo hacia donde estaba ella… y alcanzó a ver cómo Luisa, sin pensarlo, se interponía frente a Alejandro. Él la sujetó de la muñeca y la arrastró a un lado; y entonces solo Fernando quedó, a solas, frente a la punta del arma.Contempló los dedos de ambos, fuertemente entrelazados, y apretó los puños con una rabia impotente.La sangre, tibia, le brotó del pecho sin parar; con ella, sintió escaparse su fuerza de vida.“Tal vez no pase de hoy”, pensó, con una pena quieta. “Así que de verdad me soltaste.”Frag
La luna de miel de Luisa empezó en Puerto Esmeralda.Según lo planeado, fueron a la playa, pasaron por el campus, caminaron bajo la sombra de los árboles, como si quisieran recuperar, de una sola vez, toda la poesía que les faltó antes de casarse.Aun así, durante el viaje algo les resultó raro.Aquella noche, después de recorrer el mercado nocturno, ya de madrugada, cruzaban el estacionamiento del hotel cuando Luisa se detuvo en seco y miró detrás de ellos.—¿Qué pasa?—Tengo la sensación de que alguien nos viene siguiendo…El gesto de Alejandro se puso serio.—Puede que no sea imaginación. Estos días también sentí miradas desde la oscuridad.La tensión se le subió al pecho a Luisa. Alejandro le sonrió, la abrazó por los hombros y la metió al elevador.—No te preocupes. Mañana pondré gente nuestra a vigilar desde las sombras. No dejaré que nadie te haga daño.***Aunque habían reforzado la seguridad, Luisa no logró tranquilizarse del todo. Una mala corazonada no la soltó. Y estalló cu
Fernando salió como alma en pena.Regresó solo a su departamento, y las imágenes se le mezclaron sin descanso: la decisión fría de Luisa frente a él y la sonrisa cálida que le dirigía a Alejandro. Sentía que se volvía loco. Se dejó caer en la cama y, entre sombras, se quedó dormido.Cuando volvió a abrir los ojos, estaba de nuevo en la gala de elección de esposa.La euforia le estalló en el pecho: esta vez, el ramo que había elegido eran los tulipanes que representaban a Luisa. “Perfecto”, pensó. “Así podremos empezar de cero, ya no tendré que…”.Pero, ante sus propios ojos, su cuerpo se rebeló: tiró de un manotazo la vara de orquídea que llevaba y se marchó del salón hecho una furia.“¿Qué…? ¿Por qué no puedo moverme?” Intentó volver a su sitio, meterse en su propio cuerpo, y ni siquiera logró rozarlo. Vagó alrededor de sí mismo como un fantasma.La Luisa de allí sí lo amaba con todo el corazón. Y, sin embargo, vio cómo él la citaba a solas, cómo le tomaba fotos íntimas, y después, en






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