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Capítulo 4

Penulis: Flora Arbol
Al regresar a la habitación, Santiago ya había desaparecido. Sobre la cama, solo quedaba un comprobante de pago con su firma.

La enfermera comentó:

—Se fue corriendo apenas pagó. Seguro era una emergencia.

Clavé la vista en ese papel un largo rato. Pregunté en voz baja:

—¿Cómo se le veía cuando se iba?

La enfermera recordó:

—Parecía afectado. Con los ojos enrojecidos como si hubiera llorado.

¿Llorar?

Apreté el papel con más fuerza.

Santiago, al parecer subestimé cuánto significaba Camila para ti.

—¿Se encuentra bien? ¿Se siente mal otra vez?

Negué:

—Por favor, déme el alta.

—Pero si su cuerpo aún no...

—Ya no quiero estar aquí.

No quería permanecer donde aún olía a perfume de Camila.

Al salir, no volví a la mansión. Fui a mi casa.

Lorenzo se sorprendió:

—Lucía, ¿no estabas hospitalizada? ¿Por qué volviste?

Los ojos se me llenaron de lágrimas. Me abalancé sobre mi hermano, mojando su hombro.

—Lucía, ¿qué te pasa? —sonó la voz de Camila.

Me separé de Lorenzo de golpe:

—¿Qué haces aquí?

Mi hermano explicó:

—Es la fiesta de bienvenida de Camila. Ella es la protagonista.

Camila y yo cruzamos miradas. Sus ojos reflejaban claro desafío y burla.

Mi hermano me acarició la cabeza:

—Lucía, ¿por qué lloras? ¿Alguien te molestó?

Negué, me sequé las lágrimas y caminé a la puerta.

—¿Y ahora te vas? ¿Qué te pasa?

Mi hermano intentó seguirme, pero Camila le sujetó el brazo:

—Déjame hablar con ella. Tú no entiendes a las mujeres.

Sentí sus tacones acercarse. Camila susurró en mi oído:

—Lucía, ¿hablamos?

Aparté su mano:

—No tenemos nada que hablar.

Ella sonrió:

—¿Y por qué no?

Bajó la voz:

—Al fin y al cabo hemos tenido al mismo hombre.

Mi cuerpo se estremeció.

Camila me llevó a la sala, llena de sus amigos. Todas las miradas eran hostiles.

Sin duda, ya les había hablado de mí.

Pero aún fingió presentarme:

—Esta es la única "basura" que Santiago no se molestó en sacar.

La miré fríamente:

—¿Y tú qué eres? ¿Una estafadora emocional que juega a alejarse para enganchar mejor a Santiago?

Camila se sorprendió. Su rostro se demudó.

Los demás saltaron en su defensa:

—¿Estafadora?

—¡Al menos Camila se llevó el corazón de Santiago!

—¡Y esta llegó llorando! ¡Qué patética!

—¿Apostamos cuánto tarda Santiago en tirarla?

—¡Un día!

—¡Una hora!

Estrellé la copa contra el suelo.

Todos callaron. Lorenzo salió corriendo de la cocina.

Camila recogió los vidrios y, tomándome la mano, preguntó con dulzura fingida si me había quemado.

En ese momento no sentí asco. Solo alivio.

Resultaba que la mujer que Santiago nunca pudo olvidar era mala.

Me pregunté: si Santiago supiera que todo su dolor por Camila era parte de su juego. ¿Cómo reaccionaría?

Pero ya no era mi asunto.Me volví hacia mi hermano:

—Santiago me dijo que querías presentarme a alguien.

Él se sorprendió, luego sonrió:

—¿Hasta eso te contó Santiago? ¿Cuándo se hicieron tan cercanos?

En ese momento quise decirle: no solo somos cercanos, nos besamos cada día, nos acariciamos, nos llamamos cariño.

Pero solo salió una sonrisa amarga:

—No somos cercanos.

—Acepto conocer a esa persona.

Caminé hacia la salida con la cabeza baja. Mientras andaba, añadí el contacto.

Su foto de perfil era un paisaje marino. Parecía anticuado.

Pronto aceptó mi solicitud:

"Samuel Fernando"

Ese nombre me resultó familiar. Como si lo hubiera visto antes.

De pronto, una mano me arrebató el celular.

Santiago apareció en la entrada. Parecía molesto:

—¿Sales del hospital y no me avisas?

Su mirada rozó la pantalla:

—¿Samuel? Suena a hombre. ¿Quién es? ¿Por qué nunca lo mencionaste?

Recuperé mi celular:

—Tampoco tú avisaste antes de irte.

Santiago se quedó tieso. Iba a hablar cuando Lorenzo lo llamó:

—Llegas justo. Es la bienvenida de Camila. Ven a tomar algo.

Él miró a Camila y remarcó:

—Una fiesta de bienvenida que no conocía.

Los demás se apresuraron a explicar:

—Camila solo invitó a amigos cercanos. No te molestes.

—Además hoy está César, el interés amoroso de Camila. Invitarte no habría quedado bien.

—¿Interés amoroso? ¿César?

Su rostro se ensombreció por completo. Supe que Santiago estaba al borde de la locura.

Si yo no estuviera allí, ya habría agarrado a Camila para interrogarla.

Al verlo temblar de rabia, sonreí con amargura y dije a mi hermano:

—Me voy.

Como la fiebre persistía, caminé con paso inestable.

Santiago extendió la mano para sostenerme pero al ver a Camila, la bajó en silencio.

—Lucía, parece que aún estás enferma —Camila se acercó tomándome la mano—¿Por qué no te lleva Santiago? Total él no está haciendo nada aquí. Yo tengo otros invitados que atender.

Santiago miró a Camila, y la tristeza en sus ojos me atravesó el corazón.

Negué:

—No molestaré al señor Mendoza.

Santiago se inmutó. Dio un paso hacia mí, pero se detuvo.

Al final, Lorenzo me llevó a casa. Me recosté contra la ventana en silencio.

Una solicitud de contacto apareció en mi celular. Era Camila.

Me envió una foto: Santiago al volante, su perfil marcado.

"Qué exagerado es. Apenas te fuiste, le dio un puñetazo a César y me llevó a mí."

"Pobre amigo, tendré que compensarlo bien por actuar conmigo."

"Lucía, aún no sabes cómo manejar a los hombres."

"Con ellos es: golpear y luego dar dulces. Mantenlos en vilo, así no te olvidan."

Amplié la foto. Vi sangre en la comisura de Santiago. Sin duda, de la pelea.

—Lucía, ¿qué te pasa? —Lorenzo estacionó y vio mis ojos enrojecidos— Hoy andas rara. Dime qué pasa, ¡yo me encargo!

Apreté los labios. Iba a hablar cuando un Porsche se detuvo frente a nosotros.

Camila y Santiago bajaron.

Él la jaló del auto. Discutían de nuevo, pero esta vez no terminaron separándose.

Santiago la inmovilizó contra la puerta y la besó con furia.

Tomó su cintura, profundizando el beso...

Observé la escena, temblando.

Mi hermano, al verme tan concentrada, sonrió:

—No te sorprendas. Siempre fueron así. Peleaban y al rato ya estaban en un hotel. Me acostumbré.

—Después de tanto tiempo, Camila sigue teniendo a Santiago comiendo de su mano.

—Oye, ¿Lucía?

Lorenzo se alarmó al verme cubierta de sudor. Me llevé las manos al vientre:

—Llévame... al hospital...
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