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Capítulo 3

Penulis: Flora Arbol
Al escuchar eso, el cuerpo de Santiago se puso tenso aún más. Yo, en cambio, permanecí serena.

Esbocé otra sonrisa:

—¿Ah, sí? Entonces tenemos bastante suerte.

Lorenzo, al oír la conversación, soltó una carcajada.

—Camila, después de tantos años sin verte, tu manera de conectar con la gente sigue siendo tan torpe.

Camila le dio un codazo fastidiada. Se veía que su complicidad seguía intacta.

Santiago, de pie a un lado, parecía un extraño. Entrecerró los ojos y conocía bien esa señal de furia contenida.

—Ya que estás aquí, te dejo a Lucía entonces. Yo me retiro.

Pero Lorenzo lo detuvo y le lanzó unas llaves.

—Perfecto. Ya que vas, lleva a Camila a casa.

Santiago miró las llaves un largo rato sin tomarlas. Al final, fue Camila quien devolvió la mano a Lorenzo.

—No hace falta molestarle. Yo puedo regresar sola.

Se despidió de Lorenzo y, antes de irse, me deseó que me mejorara pronto. Luego se marchó.

Durante todo el tiempo, la mirada de Santiago no se había despegado de ella.

Lorenzo lo miró con exasperación y suspiró hondo:

—Ay, te di la oportunidad, pero alguien no supo aprovecharla. ¿No vas a correr tras ella? ¿Acaso quieres perderla por segunda vez?

Al oír eso, Santiago me miró instintivamente. Su expresión se oscureció al instante.

—¿Estás borracho de café o qué? ¡Deja de decir tonterías!

Lorenzo se quedó pasmado, sin entender el arranque de ira. Molesto, empujó a Santiago y salió, haciendo sonar las llaves.

—Si tú no la llevas, yo no tendría corazón para dejar que Camila vuelva sola.

Pronto, solo quedamos Santiago y yo en la habitación. Ambos guardamos silencio, por mutuo acuerdo.

Mi calma parecía inquietarlo.

Justo cuando abría la boca para explicarse, entró una enfermera para llevarme a hacer más estudios.

Santiago asintió, me ayudó a levantarme con cuidado y le pidió a la enfermera que no me hiciera daño.

Estaba tan atento como siempre, pero su mente estaba en otra parte.

Mientras seguía a la enfermera por el pasillo, divisé dos figuras conocidas al otro extremo.

Lorenzo, apoyado en la barandilla, preguntó:

—Camila, por lo que dijiste antes, ¿de verdad no quieres volver con Santiago?

Camila encendió un cigarrillo. Exhaló el humo lentamente y esbozó una sonrisa.

—Antes muerta.

En el instante en que cayó la última palabra, vi a Santiago paralizarse al fondo del pasillo.

La miraba fijamente, como si el largo corredor solo existiera para los dos.

Lorenzo apagó el cigarrillo y le dio una palmada en el hombro.

—Esto se va a poner interesante. Hablen ustedes. Yo los espero en el estacionamiento.

Pero cuando mi hermano se fue, no hablaron. Discutían. Aunque no se oía, los gestos violentos de Santiago lo delataban.

Observando desde el otro lado, sentí una mezcla indescriptible.

Era la primera vez que veía a Santiago perder el control.

En reuniones de negocios, siempre indiferente. Hasta en carreras extremas, permanecía impasible.

Solo ahora, por una frase de Camila, enloquecía por completo.

No seguí mirando. Me di la vuelta y me fui con la enfermera.

Cuando terminé y salí, oí de nuevo a mi hermano:

—Camila, si no me equivoco, vuelves por Santiago, ¿no? Aún lo extrañas. ¿Por qué le dijiste eso? ¿No temes que, enfadado, te rechace de verdad?

Camila soltó una risa burlona, como si fuera el chiste más gracioso.

—¿Que él me rechace? Desde el principio, solo yo, Camila, he tenido el derecho de dejarlo a él.

—Lorenzo, no entiendes a Santiago. Responde a la fuerza, no a la suavidad. Sin una pelea, ¿cómo revivir el dolor de cuando rompimos? Dolor es amor. Quiero que recuerde cómo se sentía amarme.

—¿Amarte? —Lorenzo sacó su celular y mostró una foto tras otra de Santiago con sus ex.

—Mira. Santiago nunca olvidó cómo amarte. No importa cuántas novias tuvo, todas se te parecían. Solo jugaba con ellas. Cuando supo que volvías, rompió con todas. Nunca imagino que te guarda tanto cariño…

Camila echó un vistazo distraído a las fotos y alzó la vista, diciendo con intención:

—¿Todas? No lo creo.

Al oír eso, Lorenzo frunció el ceño, desconcertado.

—¿Cómo? Si Santiago te ama tanto.

Pero Camila no explicó más. Solo se rio bajito.

—Sí, me ama. Pero no es suficiente. Ni por asomo. Si me hubiera amado lo suficiente entonces, ¿yo me habría ido?

Todos creen que fue por mi carrera. En realidad, sus padres me forzaron a irme al extranjero.

Desde que mi familia quebró, no me permitían ver a Santiago, y mucho menos casarme con él.

Así que usé este método. Para que su corazón fuera solo mío. Para que se atreviera a enfrentarse a sus padres.

Al ver la conmoción de Lorenzo, Camila le dio un golpecito tranquilizador en el hombro.

—No te preocupes. Aunque hoy peleáramos ferozmente, cuando yo lo llame, volverá a mí.

Dicho esto, bajó la escalera con Lorenzo. Al irse, miró hacia arriba.

Yo, desde el piso superior, recibí con claridad su mirada desafiante.
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