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Capítulo 2

Author: Cici
Beatriz marcó con manos temblorosas al número de emergencias.

Solo cuando escuchó a lo lejos el sonido de la ambulancia, perdió la fuerza y se desmayó.

Cuando volvió en sí, ya era el día siguiente.

Tenía todo el cuerpo conectado a tubos.

La doctora, con gesto severo, la reprendió sin paciencia:

—¿No te dije que no podías tener relaciones por un tiempo? ¿Tu esposo no tiene control o qué? ¡Apenas saliste de una cirugía y ya volviste a hacerlo! ¡Una locura! ¡Y mira ahora, la herida volvió a sangrar! Si no hubieras llegado a tiempo, habrías muerto.

—Perdón, doctora. Le causé problemas.

La mujer la miró, y al ver su rostro tan pálido y débil, su tono se suavizó un poco.

—Mira, no te lo digo por mal. Pero tu marido no tiene perdón. No le importa en absoluto tu salud.

—Llama a alguien de tu familia, que venga a cuidarte. Si te pasa algo, yo no podría con la culpa.

Dicho eso, la doctora salió del cuarto.

El corazón de Beatriz se llenó de amargura.

Ya no tenía familia.

A los diecisiete años, sus padres habían muerto en un accidente, dejándola sola en el mundo.

Su tío Fernando Salazar se convirtió en su tutor, y poco a poco fue apoderándose de todos los bienes y la empresa que sus padres le habían dejado, incluso de la mansión familiar.

A los diecinueve, borracho y delirando con el nombre de su difunta madre, su tío intentó entrar a su habitación para abusar de ella.

Aquella noche, Beatriz escapó y jamás volvió a ese lugar.

Para no causar más molestias al hospital, tomó el celular y llamó a su mejor amiga, Raquel Rivera.

Media hora después, Raquel llegó.

Al enterarse de todo lo ocurrido por boca de una enfermera, se enfureció.

—¡Ese desgraciado de Simón! ¡Te tiene hecha polvo y ni siquiera se aparece! ¡Pásame su número! ¡Te juro que lo reviento a insultos!

Raquel estaba indignada, pero Beatriz negó con la cabeza.

—No vale la pena —dijo con voz baja.

Llamarlo solo serviría para humillarse más.

Él la despreciaría aún más.

Si el final era la separación, mejor que las cosas terminaran sin más dramas.

—Ay, Bea… —Raquel la miró con una mezcla de tristeza y resignación—. Hace cuatro años, cuando me dijiste emocionada que te ibas a casar, pensé que habías tenido suerte, que ibas a vivir como una reina. ¡Y resulta que te metiste en un infierno!

—Simón nunca te dio tu lugar, y te hizo sufrir tanto, no entiendo qué le viste para aguantar tanto.

—¿Será que te enamoró su dinero? Porque ni eso, ¡si el muy miserable apenas te daba unos cientos dólares al mes, y encima a través de la sirvienta! ¡Más tacaño imposible!

—Dime la verdad, Bea. ¿Simón te salvó la vida o qué? ¿Por eso lo quieres tanto?

Beatriz sonrió con tristeza.

—Sí. Me salvó la vida.

Cuando perdió a sus padres y cayó en una depresión profunda, él apareció como una luz en medio de la oscuridad.

Y ella, se enamoró sin remedio.

Pero ahora...

Beatriz llevó una mano a su abdomen.

Por él había estado al borde de la muerte dos veces.

Eso bastaba para saldar la deuda.

Desde ese momento, estaban en paz.

Permaneció internada una semana.

Raquel no se separó de ella ni un instante, mientras que Simón no llamó ni una sola vez.

Esa mañana, Raquel la ayudaba a salir del cuarto cuando un alboroto llenó el pasillo.

Las enfermeras corrían emocionadas hacia una dirección del hospital.

—¡Llegó la nueva subdirectora médica! ¡Tiene apenas veinticinco años y ya es toda una eminencia! —dijo una.

—Tan joven y con ese cargo, ¡qué impresionante! —respondió otra.

—Estuvo años en el extranjero, ganó un montón de premios, y su regreso causó revuelo en todo el sector médico.

—Y dicen que no solo es brillante, sino también guapísima, ¡y que tiene un novio millonario! Un empresario súper poderoso que incluso va a donar un edificio al hospital, solo por ella.

—¡Qué locura!

Raquel, aburrida después de tantos días de hospital, se animó enseguida.

—Vamos, Bea. ¡Hay que ver el espectáculo!

La entrada del hospital estaba llena de gente.

Se notaba que la directiva le daba mucha importancia a esa doctora, hasta el propio director había salido a recibirla.

Raquel, temerosa de que alguien golpeara a Beatriz por accidente, la mantuvo atrás del todo.

—Con tanta gente, cualquiera diría que llegó una celebridad —murmuró Raquel mientras intentaba asomarse.

Un auto negro de lujo se detuvo lentamente frente a la puerta.

De él bajaron un hombre y una mujer.

No se alcanzaba a ver el rostro de ella, pero la figura alta y elegante del hombre destacaba entre todos.

A Beatriz le pareció extrañamente familiar su silueta.

Cuando el hombre giró y tomó de la mano a su acompañante, su respiración se detuvo.

Esa cara… era la de su esposo, ¡Simón!

—Dicen que el novio de la doctora Salazar es el presidente del Grupo Herrera. ¡Y con razón, si el tipo es un monumento!

—Vi la noticia hace unos días. Para hacer sonreír a su novia, gastó una fortuna en una subasta. Y ahora viene a apoyarla en público. ¡Qué hombre tan devoto!

—La doctora Salazar sí que tiene suerte. Inteligente, bella, y con un novio así… ¡perfecta!

Los comentarios y los gritos llenaron el aire como cuchillos en el corazón de Beatriz.

Raquel, al reconocer a Simón, soltó un bufido.

—¡Maldito desgraciado!

—Bea casi muere y él ni aparece, ¡¿y ahora está aquí, mostrándose con su amante frente a todos?!

Raquel quiso ir a enfrentarlo, pero Beatriz la detuvo.

—Déjalo, Raquel. Vámonos.

El divorcio era cuestión de tiempo. No tenía sentido hacer un escándalo.

Raquel apretó los labios, con el pecho lleno de rabia, pero la sostuvo con cuidado para no alterarla.

De regreso a la habitación, siguió desahogándose:

—¡Ese infeliz! ¡Casado y aun así se pasea con la amante como si nada!

—Y ella, la muy descarada, dizque doctora ejemplar… ¡Sin vergüenza!

El rostro de Beatriz estaba tranquilo.

Raquel sabía que Beatriz la amaba mucho y se preocupó.

—Bea, ¿de verdad estás bien?

Beatriz forzó una sonrisa.

—No pasa nada, después de todo me voy a divorciar.

El acuerdo de divorcio seguía en su habitación.

Pensó: "Seguramente lo verá, como mucho, el mes que viene, ¿no?"

Raquel se quedó sorprendida.

—¿De verdad hablas en serio? ¿Vas a divorciarte de Simón?

Beatriz asintió.

—Sí. Ya lo pensé bien.

Parecía calmada, pero por dentro se estaba desangrando.

Había amado a Simón durante siete años.

Su nombre estaba grabado en lo más profundo de su alma.

Y para arrancarlo, tendría que desgarrarse el alma hasta dejarlo hecho trizas.

Aun así, había tomado su decisión.

Raquel se emocionó al oírla.

—¡Así es! ¡Con lo hermosa y capaz que eres, puedes tener al hombre que quieras! ¿Para qué seguir colgada de ese tipo?

—Nos vamos a celebrar. Cuando te recuperes, te llevo a conocer modelos, chicos lindos, tipos tiernos y musculosos, ¡lo que se te antoje! ¡Vamos a disfrutar a lo grande esta vez!
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