Share

Capítulo 4

Penulis: Cici
Al ver esa escena, Beatriz sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo desde los pies y no pudo evitar temblar.

Resulta que la mujer a la que Simón amaba con locura… ¡Era Cecilia!

¿Por qué tenía que ser ella? ¿Por qué justo la hija de su enemigo?

—¿Y si no quiero? —dijo Beatriz, tratando de disimular el temblor en su voz.

—Entonces te quitaré todos tus gastos mensuales —respondió Simón con frialdad y distancia.

Beatriz soltó una risa amarga, que casi se le escaparon las lágrimas. Qué ironía.

Por complacer a Cecilia, él era capaz de cualquier cosa.

—Déjalo, Simón —intervino Cecilia, tomando su brazo con gesto coqueto—. Es mi prima, sus padres murieron temprano. Desde chicas siempre me quitaba por todo. No es más que un vestido, déjaselo.

Raquel, que ya no podía soportarlo más, apuntó con el dedo a Cecilia y gritó furiosa:

—¡Descarada! ¡Encima de robarle el vestido a Bea, todavía tienes el descaro de hacerte la víctima! ¡Te juro que te rompo la cara!

El rostro de Simón se endureció visiblemente.

Beatriz sujetó a Raquel para detenerla.

No quería que nadie más se metiera en el conflicto entre ella, Simón y Cecilia.

Simón la observaba con impaciencia, esperando que cediera.

Pero Beatriz, sin dudar, le entregó la tarjeta a la dependienta.

—Me llevo este vestido. Con tarjeta, por favor.

Al ver que se negaba ceder, Simón frunció el ceño molesto.

Beatriz lo ignoró, tomó la bolsa con el costoso vestido y dio media vuelta para marcharse.

A sus espaldas resonó la voz grave de Simón:

—Ese, ese y ese también. ¡Empaquen todos los modelos nuevos y mándenlos al domicilio de la señorita Cecilia!

Beatriz se detuvo.

Solo esos nuevos lanzamientos debían costar varios cientos de miles de dólares.

Todo por no haberle conseguido a Cecilia el vestido que quería. Así era como él compensaba a Cecilia.

De verdad estaba perdidamente enamorado de ella, incapaz de verla sufrir ni una mínima frustración.

Raquel soltó un improperio:

—¡Carajo! ¿Está ciego ese tipo o qué? ¡Teniendo a una esposa como tú y no sabe valorarte! ¡De verdad no entiendo qué le ve a esa hipócrita!

Beatriz sintió una punzada en el pecho, aunque enseguida su expresión se volvió serena.

Ya había decidido divorciarse, ¿para qué seguir sufriendo por él?

A la mañana siguiente, Beatriz caminaba sola por la calle, sin rumbo.

De pronto, sin darse cuenta, llegó hasta su antigua universidad.

En el campus se estaba celebrando una feria de empleo.

Al ver los rostros llenos de ilusión de los estudiantes, sintió una punzada de nostalgia.

Si hace cuatro años no se hubiera obsesionado con casarse con Simón, si no hubiera abandonado sus estudios y su carrera… Tal vez su vida sería completamente distinta.

—¿Beatriz?

Alguien la llamó.

Al girar, se encontró con su antiguo profesor, el profesor Zamora.

—Profesor Zamora.

Él lucía más envejecido, con algunas canas nuevas, pero seguía siendo el mismo maestro de carácter fuerte y lengua afilada.

—Te veo más delgada y con mal semblante. ¿No has tenido buenos años, verdad?

—Yo... —Beatriz no supo qué decir.

—Desde la primera vez que vi a ese muchacho, supe que no te quería de verdad. Pero tú, terca como eres, tenías que vivirlo para entenderlo. Ahora que te diste el golpe, ¿ya sabes lo que duele? —le reprochó el profesor Zamora, con ese tono de quien regaña pero también se preocupa.

Beatriz esbozó una sonrisa amarga.

—Sí… hay cosas que solo se aprenden cuando una misma se lastima.

—Profesor Zamora, gracias por lo de la patente —agregó.

—Eso era tuyo por derecho. Guarda ese dinero, te servirá como respaldo —contestó él.

Solo ahora Beatriz comprendía la intención del profesor.

No había asistido a su boda no por romper su relación de maestro y alumna, sino porque sabía que ella iba directo al desastre y no quiso verla caer.

A mediodía, comieron juntos en el comedor de la universidad.

—¿Tienes trabajo ahora? —preguntó él.

Beatriz negó con la cabeza.

Había pensado en buscar uno, pero después de cuatro años como ama de casa, se sentía desconectada del mundo. Solo vivía para Simón y ya no sabía cómo volver al entorno laboral.

El profesor le tendió una tarjeta.

—El responsable de esta empresa fue mi alumno. Si quieres, puedes empezar cuando quieras.

Beatriz leyó el contenido en la tarjeta: Biotecnología Luminis.

Era una empresa emergente que en los últimos años se dedicaba a investigar medicamentos contra el cáncer. Encajaba perfectamente con su especialidad, y además tenía una estructura sencilla, ideal para alguien sin experiencia reciente.

Aun así, no quería aprovechar los contactos de su profesor para conseguir empleo.

Por la tarde, el profesor tenía clase.

Ella regresó a casa, preparó su currículum y lo envió al departamento de recursos humanos de Biotecnología Luminis.

Poco después, recibió una llamada, la citaban a una entrevista al día siguiente por la mañana.

Mientras preparaba los documentos, se dio cuenta de que su diploma no estaba, debía haberlo dejado en la mansión.

Fue hasta la residencia a buscarlo.

Apenas entró, escuchó a Doña Jiménez hablando por celular:

—Señor, ¿está seguro de que este mes la transferencia está bien hecha?

Del otro lado se oyó la voz fría de Simón:

—Ese dinero es para los gastos de la casa. Desde este mes, cancela todos los depósitos para Beatriz.

Al verla entrar, Doña Jiménez se puso visiblemente nerviosa.

Simón le mandaba cada mes una suma considerable para Beatriz, pero ella, al notar que su señora no era apreciada, se quedaba con la mayor parte y solo le entregaba una pequeña cantidad.

Como Beatriz parecía no haberse dado cuenta, la mujer se tranquilizó un poco y comenzó a hablarle con su tono zalamero:

—Señora, ¿volvió a hacer enojar al señor? Mire que tenerlo como esposo es su buena suerte. Aunque tenga a otra mujer, a usted nunca le ha faltado nada. No vale la pena pelear por una tontería. Hágame caso, llámelo y discúlpese. Quizás así él la perdone. Lo digo por su bien, ¿eh?

Beatriz se volvió hacia ella con una sonrisa helada.

—¿Por mi bien, o por seguir llenándose los bolsillos, Doña Jiménez?

La mujer se quedó petrificada, fingiendo limpiar la mesa con un trapo.

—No... No entiendo de qué me habla.

Con su reacción nerviosa, Beatriz confirmó sus sospechas.

Ya no le interesaba cuánto dinero le había mandado Simón cada mes, todo eso había dejado de tener importancia.

Tomó su diploma del cajón y se dirigió a la puerta.

Doña Jiménez notó el documento sobre la mesa, era un acuerdo de divorcio.

Corrió detrás de ella.

—¿Va a divorciarse del señor?

Beatriz giró apenas el rostro.

—Ya que lo vio, por favor entrégueselo a Simón.

La mujer se quedó pasmada mientras Beatriz se alejaba.

Pensó: "¿No era ella la que tanto había luchado por casarse con el señor Herrera? Ahora que por fin era la Señora Herrera, ¿de verdad estaba dispuesta a dejarlo todo?"
Lanjutkan membaca buku ini secara gratis
Pindai kode untuk mengunduh Aplikasi

Bab terbaru

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 30

    Beatriz salió del hotel.No quería que el profesor Zamora la viera en ese estado, así que ni se atrevió a acercarse a él.—Christian, no voy a participar en la actividad de esta tarde. Avísale al profesor que tuve un imprevisto y me fui a casa —dijo mientras intentaba pedir un auto.Christian le tomó el brazo.—Espérame un momento, vuelvo enseguida.Caminó con paso firme hacia el profesor Zamora. No se supo qué le dijo, pero el profesor asintió y se subió al auto con los demás estudiantes.Después, Christian regresó junto a Beatriz.—Vamos, te llevo a casa.Beatriz se sentó en el auto.—¿El profesor no se enojó?—Le dije que te sentías mal por el periodo y tenías dolor de estómago. Lo entendió perfectamente y me pidió que te acompañara.Beatriz bajó un poco la mirada, se sintió algo incómoda.Pero tenía que admitir que él había elegido la excusa perfecta, nadie podría cuestionarla.Al pasar frente a una tienda, Christian detuvo el auto, bajó y regresó con una toalla y una bolsa de hiel

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 29

    —En una relación, la verdadera amante es la que no es amada. Tú eres la que impide que Cecilia y Simón estén juntos, ¡tú eres la tercera!Beatriz no pudo evitar aplaudirle.—Si no recuerdo mal, hace unos años descubriste que mi tío tenía una amante, ¿no? Y fuiste tú misma a armar un escándalo. Así que, tía, ¿resulta que has sido la otra todo este tiempo?Las palabras le dieron de lleno a Carmen.El rostro se le tensó de rabia y, fuera de sí, se lanzó hacia Beatriz con la mano levantada.—¡Maldita! ¡Tú...!Beatriz ya lo había previsto.Le sujetó la muñeca con fuerza y la empujó sin contemplaciones.—Señora Salazar, ya no soy aquella chica a la que podía golpear y humillar cuando quería.Fernando, al ver la escena, se enfureció. Dio un paso adelante y le soltó una bofetada.—¡Malcriada! ¡Es tu tía! Hoy voy a enseñarte modales por tus padres.El sonido del golpe resonó con fuerza en el pasillo.Beatriz ladeó la cabeza, con un hilo de sangre escapando de la comisura de sus labios.Giró len

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 28

    Al salir del Hotel Río, Beatriz se dio cuenta de que había dejado su celular en el salón.Christian estaba a punto de acompañarla a buscarlo, pero ella dijo:—Quédate con el profesor, puedo ir sola.Cuando llegó, los meseros ya estaban limpiando la mesa.—Señorita, ¿este celular es suyo? Justo iba a entregarlo en recepción para que la contactaran.—Sí, es mío, gracias.Tomó el celular y salió del salón.Apenas cruzó la puerta, vio a dos figuras conocidas, Cecilia del brazo de Simón, caminando hacia la recepción.Mientras ella se quedaba inmóvil, una voz cargada de burla sonó a su lado:—¿Qué tanto miras? ¿Tan interesante es la escena?—Bueno, claro. Simón estuvo contigo cuatro años y seguro nunca te tocó, ¿verdad?Beatriz giró la cabeza y vio como Carmen y Fernando salían del salón contiguo.Así que Simón había estado cenando con la familia de Cecilia.Solo con verlos, el pecho de Beatriz se llenó de rabia.Si algún día se confirmaba que la muerte de sus padres estaba relacionada con e

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 27

    También fue después cuando empezó a entenderlo con claridad.Durante los años que Christian estudió en el extranjero, cada vez que hablaban de temas académicos, él siempre mostraba un interés especial por cómo le iba a Beatriz.Pensó: "¿No será que cuando lo recomendé a contratarla, en realidad estaba haciéndole el favor que él deseaba?"Pero Christian era, sin duda, uno de los alumnos de los que más orgulloso se sentía.Tanto su talento como su carácter eran impecables.Pensó otra vez: "Si al final llegan a estar juntos, con gusto sería su padrino de boda".Mientras tanto, en el salón contiguo.Carmen, vestida con un elegante vestido de noche, adornada con joyas brillantes, se miraba al espejo mientras acomodaba su peinado.Fernando, por su parte, ajustaba una y otra vez su saco y la corbata.—Papá, mamá, no se pongan nerviosos, Simón es muy amable.En ese momento, la puerta del salón se abrió.Simón entró con paso firme, imponiendo una presencia que llenó el ambiente.No llevaba su h

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 26

    En la mansión de la familia Salazar.El sonido de una taza golpeando el platillo rompió el silencio. Unas gotas de té salpicaron sobre la mesa.—¿Qué dijiste? —exclamó Carmen Rojas—. ¿La Doña Herrera le dio acciones a Beatriz?—¡Un cinco por ciento! ¡Nada menos que el cinco por ciento del Grupo Herrera!—Cecilia, ¿no me habías dicho que Simón no la quería? ¿Cómo entonces permitió que su abuela le diera las acciones?—¡Claro que no la quiere! Simón solo se casó con Beatriz porque la Doña Herrera lo obligó. Él la ignoró durante cuatro años. Esas acciones no son más que una compensación.—Pues vaya compensación. ¡Un precio demasiado alto!Carmen puso una cara como si le estuvieran arrancando su propio dinero.—Cecilia, si hubieras regresado al país unos años antes, esa tal Beatriz ni habría pintado. ¡El puesto de esposa del señor Herrera ya sería tuyo! ¡Y esas acciones también!—Mamá, ese título de Señora Herrera no significa nada. Simón ya decidió demandarla para divorciarse.—¿De verdad

  • Casi muero por él… y él celebraba con su amante   Capítulo 25

    La empleada que estaba en la esquina se acercó de inmediato.—Doña Herrera, ¿qué necesita?—¡Sácala de aquí! —ordenó con voz helada.—¡Y tira sus cosas también!El rostro de Cecilia perdió todo el color al instante.—Abuela, ¿no estará malinterpretando algo? Yo solo...—¿Malinterpretando? —interrumpió Doña Herrera con una risa fría—. Eres la tercera en discordia que destruyó el matrimonio de mi nieto y su esposa. ¿No sabes bien lo que hiciste?La empleada se aproximó con gesto impasible y extendió una mano.—Señorita Cecilia, por favor.Cecilia apretó el borde de su bata, y al final, mordiendo los labios, se dio media vuelta y se fue.¡Pum!La puerta de la habitación se cerró de golpe.La canasta de frutas y los suplementos que había traído fueron arrojados al cesto de basura del pasillo.En ese momento, Beatriz llegaba con un termo en la mano justo a la puerta de la habitación.Cecilia, aterrada de que alguien la viera salir echada del lugar, levantó la mirada…y se topó directamente

Bab Lainnya
Jelajahi dan baca novel bagus secara gratis
Akses gratis ke berbagai novel bagus di aplikasi GoodNovel. Unduh buku yang kamu suka dan baca di mana saja & kapan saja.
Baca buku gratis di Aplikasi
Pindai kode untuk membaca di Aplikasi
DMCA.com Protection Status