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Esta vez, Lavaré mi Nombre

Esta vez, Lavaré mi Nombre

Cerita Pendek · Reencarnación
Oleh:  LorenaTamat
Bahasa: Spanish
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Sinopsis

Giro Inesperado

Renacido

Policía

Forense

Drama Familiar

Venganza

Crimen

Durante el turno de noche, me negué a la petición de mi hermana adoptiva de ayudarle a ponerle la intravenosa a su paciente. Vi con mis propios ojos cómo un niño de siete años moría por una reacción alérgica causada por el medicamento equivocado. En mi vida pasada, justo después de haber terminado de aplicar la infusión, los familiares furiosos irrumpieron en la estación de enfermeras y me golpearon hasta dejarme el rostro desfigurado. Pero yo había administrado simple glucosa, imposible que provocara una tragedia así. Con la conciencia nublada, escuché que alguien llamaba a la policía. Creí que por fin llegaba un salvavidas. Nunca imaginé que el oficial, mi propio hermano, me tumbaría contra el suelo. El médico forense, mi amigo de la infancia, sacó el informe de la autopsia y me señaló como culpable. No tuve cómo defenderme; al final, los padres del niño, enloquecidos por el dolor, me golpearon hasta matarme. Incluso en el momento de mi muerte, no pude entender por qué mi hermano, que siempre me había cuidado, y aquel amigo de la infancia al que yo quería tanto, se volvieron contra mí. Cuando volví a abrir los ojos, estaba otra vez en esa misma noche.

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Bab 1

Capítulo 1

—Lila, Adriana se siente mal del estómago. Ya que estás de guardia, cúbrela un rato —la voz amorosa de mi hermano por el celular me hizo estremecer.

Miré el reloj de la pared: eran las dos de la madrugada.

Observé la estación de enfermería, llena de movimiento, y poco a poco entendí que había vuelto a nacer.

Adriana Romero me vio perdida y me dio un empujón, fastidiada.

—Si aceptas, me largo de inmediato.

Con gesto de dolor añadió:

—Me duele demasiado el vientre, necesito ir a descansar a casa. A las cinco acuérdate de ponerle el suero al paciente de la cama 6.

En la vida anterior, por consideración a mi hermano, acepté ocuparme del paciente de Adriana.

Apenas llegué a la cama, sentí algo raro.

El niño estaba casi cubierto por completo con la sábana, dejando apenas la cara expuesta, pálida bajo la luz de la luna.

Me disponía a revisarlo cuando sonó el celular. Era Adriana.

—¿Ya terminaste con el medicamento?

—Está profundamente dormido… no me gusta cómo se ve, voy a revisarlo.

Al otro lado de la línea, Adriana explotó:

—¡Por fin se quedó quieto después de un día entero de berrinches! No lo despiertes, ¿sí?

Pero la inquietud seguía en mí.

—¿Y sus padres? ¿Por qué nadie lo acompaña?

—No es tu problema. Solo cambia la botella de arriba y listo. Siempre tan lenta… ¿necesitas armar un escándalo para todo?

Miré la etiqueta: glucosa. Un suplemento de energía. Respiré hondo y me tranquilicé.

Esa sola negligencia me costó cargar con una vida.

Al día siguiente, justo cuando iba a entregar el turno, los familiares del paciente de la cama 6 irrumpieron en la oficina y me golpearon brutalmente.

Supe entonces que el niño, Carmelo Murillo, había muerto por un shock anafiláctico. Y yo era la última en haberlo tratado.

Pero lo único que le administré fue glucosa, lo mismo que siempre había recibido.

Tras la tragedia, Adriana me culpó sin dudar:

—La que le puso el suero fue Lila. No tiene nada que ver conmigo.

Confiaba en que mi hermano y Pablo me ayudarían a limpiar mi nombre.

Pero fue mi propio hermano policía quien me señaló:

—Las huellas en el frasco son de Lila. No hay duda de que fue ella.

Pablo me lanzó el informe a la cara:

—La hora de muerte coincide con tu aplicación. ¿Qué más tienes que decir?

Sin poder defenderme, fui acorralada a la salida de la comisaría. Los familiares me lincharon mientras mi hermano y Pablo me miraban con frialdad.

Hasta el último aliento no entendí por qué me traicionaron.

El ardor de los golpes, el cuerpo desgarrado, todavía lo sentía.

Con esta segunda oportunidad, juré no permitir que la misma tragedia volviera a repetirse en mi vida.
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15 Bab
Capítulo 1
—Lila, Adriana se siente mal del estómago. Ya que estás de guardia, cúbrela un rato —la voz amorosa de mi hermano por el celular me hizo estremecer.Miré el reloj de la pared: eran las dos de la madrugada.Observé la estación de enfermería, llena de movimiento, y poco a poco entendí que había vuelto a nacer.Adriana Romero me vio perdida y me dio un empujón, fastidiada.—Si aceptas, me largo de inmediato.Con gesto de dolor añadió:—Me duele demasiado el vientre, necesito ir a descansar a casa. A las cinco acuérdate de ponerle el suero al paciente de la cama 6.En la vida anterior, por consideración a mi hermano, acepté ocuparme del paciente de Adriana.Apenas llegué a la cama, sentí algo raro.El niño estaba casi cubierto por completo con la sábana, dejando apenas la cara expuesta, pálida bajo la luz de la luna.Me disponía a revisarlo cuando sonó el celular. Era Adriana.—¿Ya terminaste con el medicamento?—Está profundamente dormido… no me gusta cómo se ve, voy a revisarlo.Al otro
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Capítulo 2
La voz ansiosa de mi hermano al otro lado del celular cortó en seco mis recuerdos.—¿Puedes o no? Dime ya, voy a llevar a Adriana a casa.En mi vida anterior jamás lo noté, pero ahora recordaba: la prisa con la que me pidió el favor, y luego la rapidez con que me condenó, como si temiera que Adriana quedara implicada.¿Acaso todo esto también tenía que ver con él?El pensamiento me heló la sangre.De reojo miré a Adriana Romero: no pudo ocultar la tensión en su rostro, y sus ojos se desviaban una y otra vez hacia la habitación 302, como si allí se escondiera un secreto enorme.Me aclaré la garganta y fingí tranquilidad.—No puedo. Vengo de ayudar en urgencias y estoy muerta de cansancio. Además tengo mis propios pacientes que atender.No esperaba que la rechazara. Adriana giró bruscamente, sorprendida, con el rostro enrojecido.—¿En serio? ¿Tanto te cuesta poner una infusión? ¿Ni eso puedes hacer?Incluso mi hermano, desde el celular, me reprendió con dureza:—Lila, ¿ni un pequeño favo
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Capítulo 3
El dolor me estallaba en la nuca, como si me partieran la cabeza. Me sujetaba con ambas manos y, aun así, no lograba entenderlo.Pablo había sido mi amigo de la infancia.Durante tantos años se comportó como un caballero, siempre dispuesto a protegerme. ¿Por qué, entonces, decidió condenarme a muerte?Toda la noche me ocupé de mis pacientes, ignorando a propósito a Adriana.Ella no dejaba de caminar de un lado a otro en la estación de enfermería, visiblemente intranquila.Cuando el reloj estaba por marcar las cinco, la vi sentarse con la charola de tratamiento entre las manos, sin intención alguna de ir a aplicar la infusión.Esperó a que los demás compañeros se dispersaran en sus tareas y solo quedáramos ella y yo.Me lanzó una mirada rápida, sin decir nada, y luego entró a la habitación 302.Calcule que ya se acercaba la hora en que los familiares harían escándalo. Entonces me levanté y me escondí en otro sitio.Poco después, de la 302 brotaron los mismos gritos desgarradores que rec
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Capítulo 4
Cuando los familiares me clavaron la mirada, yo enseguida hice un ademán con la mano negando.—No intenten echarme la culpa —dije—. Anoche no fui yo quien le puso la infusión, cualquiera puede comprobarlo.Otras enfermeras se levantaron a respaldarme.—Es cierto que Adriana pidió ayuda a Lila, pero Lila no accedió; fue Adriana la que entró a poner la infusión.—¿Quién dijo eso? Al final yo le insistí otra vez y ella aceptó; a las cinco ustedes ya no estaban.Adriana, con el rostro cubierto de sangre, lanzó un grito agudo que sonó feroz.—¡Esto es una cuestión de vida o muerte! ¿Quién de ustedes se atreve a declarar que fui yo la que la administró?—Yo digo que fue Lila la que se equivocó con la medicación y ahora, por miedo a asumir la culpa, la están señalando a ella.Cuando se trata de una vida, nadie quiso salir a defenderse.Vi cómo las miradas de los familiares hacia mí se volvieron cada vez más hostiles; hablé para aclarar la situación.—Yo no estuve en esa habitación, pueden rev
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Capítulo 5
Me cubría el rostro hinchado y ardiente; las lágrimas me corrían sin control.—Yo no puse la infusión, fue Adriana Romero. En el frasco no hay mis huellas; si no me creen, revisen.Adriana se quedó inmóvil un instante y luego me miró con falsa indignación.—Ya recibí la golpiza por ti, ¿y todavía quieres seguir difamándome?La que intervino fue la madre de Carmelo, con la voz quebrada por la rabia.—Bien, que la policía investigue a fondo. Yo también quiero saber quién fue el verdadero asesino de mi hijo, para vengarlo.Durante ese tiempo, todos esperaban con ansiedad el resultado de las huellas.Yo no tenía miedo: jamás había tocado el frasco, así que era imposible que aparecieran mis huellas.Pero cuando dieron a conocer el resultado, sentí cómo otra vez me arrojaban al abismo.En la comisaría también estaba Pablo Reyes, en actitud de observador, sin comprometerse con nada.Mi hermano tomó el informe, recorrió la sala con la mirada y, al final, la fijó en mí.—Las huellas del frasco
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Capítulo 6
Los ojos de la madre de Carmelo brillaron de pronto; parecía mucho más tranquila.—¿Él es el forense prodigio? Muy bien, si él hace la autopsia, yo me quedo en paz.—Por fin vamos a descubrir quién mató a mi hijo… Ay, mi pobre niño.En mi vida pasada también me llené de esa esperanza, y fue el informe de Pablo el que me condenó con sus propias manos.Ese truco ya lo conocía. Pero yo ya no era la misma de entonces.Al notar mi silencio, Adriana me lanzó una burla envenenada.—¿Qué pasa, Lila? ¿Acaso no quieres la autopsia? ¿De qué tienes miedo?Miré el celular y presioné enviar en el mensaje que ya había escrito de antemano.Alcé la vista y fijé mis ojos en las pupilas de Pablo, aquellas que alguna vez reflejaron mi silueta y un cielo lleno de estrellas, y le pregunté con toda seriedad.—Pablo, con tu capacidad… ¿vas a descubrir la verdad y devolverme la inocencia, verdad?Él se acomodó las gafas y me miró con un gesto donde lo sincero se mezclaba con cierta altivez.—No culpo jamás a u
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Capítulo 7
Las palabras, idénticas a las de mi vida pasada, cayeron sobre mí como un meteorito, aplastándome el pecho.Aunque ya estaba preparada, el dolor me dejó sin aliento.Por Adriana, mi hermano y Pablo no dudaron en traicionar su ética profesional y cargarme a mí con la muerte de un inocente.Hasta los ocho años fui la consentida de ambos: lo mejor de la mesa era para mí, me protegían de cualquier injusticia, y giraban todo el día a mi alrededor.Pero desde que Adriana apareció, todo cambió.Me convertí en alguien invisible, prescindible.Si era así, ni hermano ni compañero de infancia me hacían falta.Me dejaron en detención preventiva, a la espera de que avanzara la investigación.Aun así, yo no sentía prisa alguna.No habían pasado ni dos días tranquilos cuando la familia de Carmelo irrumpió otra vez en la comisaría, exigiendo dinero y mi vida como compensación.En mi vida anterior, aprovechando un momento en que el personal estaba de servicio fuera, Adriana sugirió que pidieran una dis
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Capítulo 8
Todos voltearon hacia la voz. Ernesto Rivera, impecable con su traje, alzaba en alto el informe de la autopsia.—He sido contratado por la señorita Lila Romero. A petición suya, solicité ante una instancia superior una segunda autopsia. Aquí está la verdad.En un instante, los rostros de mi hermano y de Pablo palidecieron.Antes de la prueba de huellas yo ya había preparado mi propio plan de escape.Después de consultar a un abogado, logré que encontrara un forense con mayor autoridad que Pablo, a espaldas de él, y pidiera una nueva autopsia.Si mi hermano realmente me traicionaba, esa sería mi única salvación.Bajo la mirada expectante de todos, Ernesto abrió lentamente el informe.—El resultado de la autopsia muestra que la muerte ocurrió alrededor de las dos de la madrugada. Tengo razones para sospechar que el reporte del doctor Pablo Reyes fue manipulado en cuanto al horario.Al escucharlo, los ojos de Pablo se abrieron de golpe; apenas pudo articular palabras.—Tú… tú no tienes co
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Capítulo 9
—¡Un momento! —levanté la mano derecha y giré el dedo índice en el aire—. ¿Ven mi dedo índice derecho? Antes de que todo ocurriera, Adriana me lo cortó con una herida profunda; me falta un buen pedazo de piel. Por lo tanto, mi huella debía aparecer dañada. Pero en esa imagen está completa, perfecta. Esa huella fue falsificada.Mi hermano se quedó helado, no lo había pensado. Revisó la foto varias veces, incrédulo.—¿Y si fue que tú misma te lastimaste después para inventar esta excusa?—El día que Adriana me cortó estaban todos en la estación de enfermería, y como la herida fue tan grave, hasta el director del hospital me la vendó. Ellos pueden atestiguarlo.Nunca imaginé que la maldad de Adriana, al lastimarme con toda intención, terminaría siendo la mejor prueba de mi inocencia.¿No era eso un golpe del destino?Con la evidencia frente a sus ojos, mi hermano ya no supo cómo rebatir. Se apresuró a lavarse las manos.—Que las huellas estén en el frasco es un hecho. Pero si son auténtic
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Capítulo 10
—¡Yo! —sus ojos giraban nerviosos—. ¿Y eso qué prueba? A lo mejor fuiste tú la que aprovechó mi ausencia para inyectarle penicilina al paciente y así tenderme una trampa. Todo porque estás celosa de que tu hermano y Pablo siempre están de mi lado.Sus palabras ya no tenían coherencia. Conociéndola como la conocía, esa reacción era demasiado sospechosa.Si aquello era homicidio intencional y no un simple accidente médico, la consecuencia ya no sería una condena leve, sino la pena de muerte.Con las nuevas pruebas que aporté, todos los informes anteriores quedaron invalidados. La policía tomó el caso con suma seriedad y formó un equipo especial para investigarlo de nuevo.Por ello, tanto mi hermano como Pablo, bajo sospecha de negligencia, fueron suspendidos de sus cargos y enviados a casa a esperar sanción.Ellos sufrían, sí, pero yo tampoco lo pasaba bien.La gente me miraba como si fuera una criminal imperdonable.Aunque pasaba los días encerrada en mi cuarto, había momentos inevitabl
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