Share

Capítulo 4

Author: Nuali Ciza
Al ver el desprecio en los ojos de Bruno, Milena soltó una sonrisa tensa, con una pizca de ironía.

—Pues gracias por tus buenos deseos —dijo con calma, sin perder la compostura.

Selena se le colgó del brazo a Bruno, con esa vocecita dulce que le salía tan fácil, y metió la cuchara:

—Ay, no te enojes con Milena, mi amor. No vale la pena. No quiero que te suba la presión ni nada... Además, mira qué día tan lindo. ¿Y si salimos a dar una vuelta?

Apenas la miró, y se le suavizó la cara al toque.

Bruno le acarició la cintura con suavidad y asintió:

—Buena idea. Voy por el carro. Espérame afuera.

Y sin mirar atrás, se fue al garaje. La puerta se cerró de un portazo que retumbó en toda la casa.

Milena parpadeó. Ese portazo le retumbó en el pecho y le dejó un vacío extraño.

Cuando logró recomponerse, notó que Selena ya estaba a su lado. Ya no sonreía con dulzura ni hablaba con ternura. La máscara se le había caído.

—Tranquila, no pienso decirle nada de tu enfermedad —le soltó con una sonrisa torcida—. No hace falta que me lo agradezcas. Para eso estamos las hermanas, ¿no?

Le guiñó un ojo con descaro y se alejó por el pasillo, moviendo las caderas sin apuro.

Desde la ventana, Milena oyó el rugido del motor alejándose. Suspiró hondo, con una amargura que le raspaba el pecho.

Se levantó con esfuerzo. Sentía los brazos fríos, el cuerpo flojo. Esa pérdida de sangre en la mañana la había dejado como vacía, como si el alma se le fuera soltando de a poco.

Con las manos temblorosas, limpió los restos secos en sus labios. Paso a paso, regresó a su cuarto.

Tomó la medicina con dificultad. El dolor bajó un poco, pero el cansancio le ganó.

Se dejó caer sobre la cama, vencida.

Desde ese día, su cuerpo empezó a apagarse más rápido. Se le fue el hambre, se le fueron las ganas de hablar.

Comía casi nada. Y apenas decía una palabra.

Mientras tanto, Bruno y Selena paseaban por la casa como si fueran recién casados. Se reían, se abrazaban, se buscaban con miradas cómplices, sin molestarse en disimular.

Milena los miraba en silencio. Era como verse a sí misma… años atrás.

También ellos habían sido así. Soñando con el futuro, riendo por cualquier cosa, besándose como si el mundo no importara.

Y a veces, con un nudo en la garganta, pensaba:

"Tal vez así está bien. Tal vez, cuando yo ya no esté, al menos ellos puedan quedarse el uno al otro."

Pasaron los días. Tocaba ir al hospital a recoger el tratamiento.

Al salir de casa, justo al dar la vuelta en la esquina, un grupo de hombres apareció desde un callejón.

Con solo verles la cara, supo que no venían en son de paz.

—¿Quiénes son? —preguntó Milena, dando un paso atrás.

Uno se adelantó con una sonrisa torcida y una mirada que le heló la sangre.

—¿Tú eres Milena?

Ella no contestó. Se le tensó todo el cuerpo, y el corazón le empezó a golpear el pecho.

Y entonces, tal como se lo temía, el tipo hizo un gesto con la mano:

—¡Llévensela!

Todo se volvió oscuro.

Cuando despertó, estaba atada a una baranda oxidada, al borde de una piscina vacía. El agua sucia le rozaba los tobillos.

Reconoció el lugar: una vieja fábrica abandonada.

Frente a ella, desde lo alto, apareció Selena... sonriendo con dulzura.

—¿Ya despertaste? Qué bueno. Bruno está por llegar.

—¿Fuiste tú? ¿Tú me secuestraste? —Milena la miró sin poder creerlo—. ¿No te da miedo que Bruno se entere?

Selena soltó una risita, bajando con toda la calma del mundo hacia el borde de la piscina:

—¿Y cómo se va a enterar? Si yo también soy una víctima... ¿no?

La miró con cinismo.

—A ver, adivina: ¿a quién va a salvar primero Bruno?

Poco después, Bruno entró corriendo, con la cara desencajada.

Lo primero que vio fue a las dos mujeres atadas, empapadas hasta los tobillos.

Milena lo miró un segundo... y luego bajó la vista. Ya no había nada que fingir.

Selena, en cambio, rompió en llanto, como una niña asustada:

—¡Bruno, por favor, sácame de aquí! ¡Tengo mucho miedo!

Bruno respiró hondo, tenso, y levantó el maletín que traía en la mano:

—Aquí está el dinero. Todo lo que pediste. Ahora, ¿puedo llevarme a las mías?

El jefe del grupo hizo una seña, y uno de los hombres le entregó el maletín.

Lo abrió con calma, revisó el contenido y asintió con satisfacción.

—Claro que sí. Pero solo te puedes llevar a uno.

Bruno alzó la cabeza de golpe, con la quijada tan dura que parecía a punto de estallar.

—¿Qué estás diciendo?

El tipo los miró con sorna, uno por uno, y mientras se acomodaba el cinturón, dejó caer la frase:

—Nada raro. Solo me da curiosidad saber a quién quieres más. Se te nota lo bien acompañado que estás últimamente.

Bruno no dudó ni un segundo. Estiró el brazo hacia Selena sin pestañear.

—Me la llevo a ella.

Milena lo miró. Un sabor metálico le subió a la boca.

Pensó que ya nada podía dolerle más...

Pero entonces, ¿por qué sentía ese punzón tan hondo en el pecho?

—Milena, Selena está más débil —dijo Bruno, apurado—. Necesito sacarla primero. Tú siempre fuiste fuerte, ¿sí? Aguanta un poco más. Te lo juro, vuelvo por ti.

Y sin esperar respuesta, la alzó en brazos y se fue.

Ni siquiera volteó.

Milena esbozó una sonrisa torcida.

Y en medio de esa mueca amarga, una lágrima solitaria le rodó por la mejilla.

Él no sabía que su cuerpo ya no aguantaba más.

Que probablemente no pasaría de esa noche.

Pero tal vez era mejor así. Que siguiera creyendo que ella era la mala. Que la odiara sin culpas.

Cuando muriera... ni lo iba a sentir.

Bajó la mirada y se llevó una mano al pecho, justo donde dolía.

Eso era lo que había elegido, ¿no?

Entonces, ¿por qué quemaba tanto?

El jefe se le acercó despacio, sin apuro.

Le sujetó la cara con fuerza y le metió una pastilla en la boca, obligándola a tragar.

—No te lo tomes personal, señorita Braga —murmuró con una sonrisa asquerosa—. Yo solo sigo órdenes.

Pero no alcanzó a hacer más.

Uno de los suyos entró corriendo, pálido.

—¡Jefe, tenemos un problema! ¡La policía ya viene!

—¡Mierda! —escupió el jefe con rabia—. No importa. Ya hicimos nuestra parte. ¡Vámonos! ¡Déjenla ahí!

Y en menos de un minuto, se esfumaron todos.

Milena intentó moverse. La cuerda cedía, pero su cuerpo ya no respondía.

El agua empezó a subirle por la nariz, por la boca. Todo se volvía borroso, lejano.

El dolor se mezclaba con la confusión y un frío que se le metía hasta los huesos.

¿Así se sentía morir?

Qué ironía. Tan dañada estaba, que ni sus órganos servirían para donar.

Ni siquiera eso, ni siquiera una última forma de dejar algo bueno en el mundo.

Soltó una risa amarga. Cerró los ojos... y se dejó ir.

Pero justo cuando la oscuridad ya la envolvía, entre la bruma escuchó una voz conocida.

—¡Milena!

Bruno había vuelto.

Se lanzó al agua sin pensarlo y la sacó como pudo. Tenía las manos temblorosas, la cara empapada de susto.

—¡Milena, no me hagas esto! ¡Despierta! —suplicaba mientras le soltaba las cuerdas.

Le dio un par de palmadas suaves en la cara, tratando de hacerla reaccionar.

Y cuando ya pensaba que era tarde...

Milena, con la mirada perdida y el cuerpo en llamas, se aferró a él.

—Me... me siento rara... ayúdame —murmuró entre jadeos, la respiración entrecortada y desordenada.

Bruno le apuntó el rostro con la linterna... y ahí lo vio claro.

Estaba ardiendo en fiebre, empapada en sudor. Los ojos apenas abiertos, perdidos, sin reconocer nada. Todo su cuerpo estaba fuera de control.

—Milena, ¿me reconoces? ¿Sabes quién soy? —preguntó, bajito, con la voz hecha pedazos.

Ella ya no sabía qué era real y qué no.

Solo sentía que alguien la sostenía, que su cuerpo ardía, que algo le faltaba.

Tiró de su camisa sin fuerza, le rasgó un poco el cuello y sonrió apenas.

—Claro que lo sé. Tú eres... Bruno.
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Cenizas de lo que fuimos   Capítulo 17

    En un segundo, todo se volvió un caos.Hasta entonces, los policías no se habían atrevido a actuar sin una orden directa de Eduardo. Pero al ver lo que estaba ocurriendo, ya no dudó más.—¡Rápido, deténganlo! —ordenó con voz firme.—¡Sí, señor!Varios oficiales se lanzaron sobre Bruno, lo tiraron al suelo y le pusieron las esposas con fuerza.Él no se resistió. Se dejó sujetar sin protestar. Sabía que su objetivo ya estaba cumplido: el hijo de Selena no iba a nacer.Con esa certeza ardiéndole en el pecho, soltó una carcajada mientras lo mantenían boca abajo.Eduardo lo miró, frunciendo el ceño.—Este tipo perdió la cabeza —murmuró.Y si Milena pudiera verlo desde donde estuviera... ¿qué pensaría de lo que él se había convertido?Eduardo bajó la mirada con un destello de lástima, luego negó con la cabeza.Bruno fue trasladado al centro de detención.Días después, Eduardo lo visitó. Con tono grave, le informó:—Selena tuvo una hemorragia interna fuerte. Lograron salvarle la vida... pero

  • Cenizas de lo que fuimos   Capítulo 16

    Bruno levantó la vista y le dedicó una sonrisa helada.—Ahora que vives en mi casa, rodeada de lujos, joyas y vestidos caros, tú sabes perfectamente cómo conseguiste todo eso, ¿no?Selena empezó a darse cuenta. Se le fue el color de la cara y reculó sin pensarlo.—Bruno... no... por favor, no hagas esto.Pero él ya tenía el bisturí más largo entre los dedos.—Sí, lograste todo mintiéndome... usando el riñón y medio hígado de Milena. Así que si ahora te saco lo mismo, no estaría exagerando, ¿cierto?Ya no había humanidad en su expresión.Parecía una fiera que había perdido todo control.Selena le debía a Milena. Y él estaba listo para cobrarle cada centavo.Ella temblaba como una hoja, paralizada. Quiso moverse, pero las piernas no le respondían.—¡Bruno, por favor! ¡Ya sé que me equivoqué! ¡Te lo juro que no voy a mentirte más!Las lágrimas le corrían por la cara. La voz, apenas un hilo entrecortado de miedo.Pero nada de eso importaba ya. Bruno no sentía compasión. Solo quedaba una co

  • Cenizas de lo que fuimos   Capítulo 15

    Después del funeral, Bruno manejó de vuelta a esa casa que ya no tenía a Milena.Entró al salón con la ropa empapada por la lluvia.Selena estaba sentada en el sofá, revisando una caja de joyas que él mismo le había regalado tiempo atrás.Desde que salió a la luz todo lo de Milena, no se atrevía a dar un solo paso fuera de la casa.Ahora no era más que una rata acorralada, odiada por todos, aferrada a esas joyas como si con ellas pudiera sentirse a salvo.Bruno la miró con un desprecio que le quemaba por dentro.Recordó cómo, solo por hacer que Milena sintiera celos, había llevado a Selena a comprar joyas en las tiendas más exclusivas.Si a Selena le gustaba algo, no importaba el precio, él lo pagaba.Sabía que ella se las pondría solo para restregárselas en la cara a Milena.Y él, como un imbécil, se quedaba esperando una reacción.Soñaba con que algún día Milena le hiciera una escena de celos, o que al menos le pidiera una joya también. Pero nunca pasaba.Siempre con esa misma mirada

  • Cenizas de lo que fuimos   Capítulo 14

    Muy pronto, la policía confirmó de manera oficial que Milena había sido una heroína, y le otorgaron un reconocimiento póstumo que fue entregado directamente a Bruno.Los medios se hicieron eco de la noticia. Varios canales publicaron reportajes y especiales contando su historia.Además, hacía apenas unos días, millones de personas habían visto en vivo cómo el oficial Eduardo revelaba la verdad durante la transmisión de un influencer con millones de seguidores.Milena había sido una heroína en silencio. Se infiltró sola en una red de tráfico de órganos, arriesgando su vida para desmantelar la organización y proteger a víctimas inocentes.Y mientras ella se jugaba la vida... su hermana Selena aprovechaba para quedarse con su esposo.El día en que Selena se casaba con Bruno fue el mismo en que Milena murió.Las redes explotaron.Quienes antes sentían lástima por Selena, ahora la señalaban con furia:"¡Qué clase de persona le quita el esposo a su hermana!""Encima iba de víctima… ¡Qué desc

  • Cenizas de lo que fuimos   Capítulo 13

    Las palabras de Alberto le destrozaron el alma.Milena nunca lo traicionó.Todo ese silencio, todo lo que aguantó, fue por él.Por limpiar su nombre, por sacarlo del infierno al que otro lo había hundido. Y el precio que pagó... fue su propio cuerpo.Un riñón, medio hígado.Entregados en vida, sin pedir nada a cambio.¿Milena... cómo aguantaste todo eso?¿De dónde sacaste la fuerza para soportar un dolor que solo de imaginarlo da escalofríos?Bruno no quería pensar.Porque mientras ella gritaba de dolor en algún lugar escondido, él la insultaba, la pisoteaba, la dejaba morir en vida con su desprecio.¡Qué imbécil! El más ciego, el más miserable de todos.Alzó la mirada.Ahí estaba Alberto, ese desgraciado que la traicionó, el que la entregó a una banda de animales sin alma.¡Ese tipo no merecía seguir respirando!Bruno cerró el puño. Y sin una sola palabra, le metió un derechazo directo a la cara.—¡Maldito! ¡Milena sufrió por tu culpa, hijo de puta!—¡Muérete, maldito!Bruno le soltó

  • Cenizas de lo que fuimos   Capítulo 12

    Las palabras de Eduardo cayeron como una bomba.Las pupilas de Bruno se dilataron al instante, una oleada de emociones le explotó en el pecho.Pero al final, solo negó con la cabeza, y su voz salió baja, ahogada:—No... Nunca me dijo nada. Ni una sola palabra.Sentía que algo se le rompía por dentro, despacio, con cada segundo que pasaba.Milena... ¿Cuántas cosas hiciste por mí sin que yo siquiera lo supiera?A su lado, Selena temblaba como una hoja. Dio un paso atrás, luego otro, como queriendo desaparecer contra la pared.Ahora que Bruno sabía la verdad... ¿qué le esperaba a ella? ¿Podría él perdonarla alguna vez?El influencer —el mismo que ella había traído para montar el show— tragó saliva, se aclaró la garganta y, sin saber cómo salir del lío, soltó:—Ay, bombazo informativo, ¿no? No sé si lo escucharon bien, pero parece que Selena...Y balbuceando cualquier cosa, desapareció del lugar.Bruno alzó la cabeza. Su mirada recorrió la sala, firme, helada.—Oficial, ya no hace falta se

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status