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Capítulo 5

Author: Nuali Ciza
Con esas pocas palabras, a Bruno se le vino abajo toda la coraza.

La abrazó con fuerza y la llevó al auto lo más rápido que pudo.

En ese espacio cerrado, se dejaron llevar. Ya no había nada más, solo ellos.

—Despacito... —susurró Milena, con la voz entrecortada.

Bruno frenó un poco, le acarició el rostro y bajó la voz:

—Tranquila... yo me encargo de todo. Confía en mí.

***

Milena no supo cuánto tiempo había pasado ni en qué momento terminó todo.

Cuando abrió los ojos, ya estaba de vuelta en casa, recostada en la cama. Bruno dormía a su lado, abrazándola por la cintura, su cuerpo pegado a su espalda.

Ambos seguían desnudos.

Pero esa cama... esa cama había sido testigo de demasiadas mujeres antes que ella. Todas despertaron ahí, envueltas entre los mismos brazos, con la misma cercanía.

Un nudo amargo le subió a la garganta. El estómago, vacío desde hacía días, le dio una punzada brutal.

—Urgh... —se giró con dificultad y empezó a vomitar.

—¡Milena! ¿Qué tienes? —Bruno se incorporó de inmediato, alarmado, y corrió a sostenerla.

Después de lo que compartieron anoche, él se sentía más cerca, menos distante. Pero Milena lo apartó con frialdad.

—Aléjate, no me toques.

Su voz sonó hueca, como si lo de anoche nunca hubiera pasado.

La expresión de Bruno cambió de golpe. Tal vez el rechazo de ella era tan fuerte... que por eso vomitaba, pensó.

Sin decir una palabra, se levantó, se vistió rápidamente y llamó al chofer con tono seco:

—Prepara el auto. Vamos al hospital.

Milena lo miró de espaldas. Una punzada amarga le atravesó el pecho.

Sabía que él había entendido todo mal, pero tampoco tenía fuerzas para explicarse. Lo de anoche había sido un error.

Un momento de debilidad. Un instante en que se dejó llevar por el calor de una caricia.

Despertaron... y volvieron a ser dos extraños, separados por un abismo imposible.

En el hospital, fue una doctora experimentada, Andrea, quien la recibió.

Al revisar los exámenes, frunció el ceño y pidió hablar también con Bruno.

—Señor, me temo que el estado de salud de su esposa es bastante...

No alcanzó a terminar. El celular de Bruno sonó de pronto. Al contestar, se escuchó la voz de Selena, llorando al otro lado:

—¡Bruno! ¡Tuve un accidente!

Bruno se puso pálido.

—Espérame ahí. Ya voy.

Colgó sin pensarlo y le dijo a la doctora con frialdad:

—Podemos hablar después. Ahora tengo algo urgente.

Y se fue sin mirar atrás.

Milena soltó el aire, aliviada. Luego miró a Andrea.

—Doctora... por favor, dígamelo solo a mí.

Andrea se acomodó las gafas y soltó un suspiro cansado.

—Señorita Braga... su cuerpo ya venía muy debilitado. Pero después de haber estado tanto tiempo bajo el agua y de forzarse en pleno estado febril... sus valores cayeron en picada.

—Si esto continúa así... me temo que no le quedan más de seis meses.

—Ha perdido por completo el sentido del gusto, y su estómago solo conserva un 20% de capacidad digestiva. A partir de ahora, necesitará nutrición intravenosa para poder mantenerse con vida.

Milena tomó la jeringa con calma. No hizo preguntas.

En los días siguientes, Bruno se dedicó por completo a cuidar a Selena.

Ella decía que no podía dormir, que aún tenía pesadillas con el secuestro, que necesitaba sentirlo cerca día y noche.

Bruno, conmovido, le seguía el juego sin cuestionar nada. Incluso en la oficina, no se separaban.

Para todos en la empresa, el señor Lara era un hombre entregado, un esposo ejemplar.

Y su esposa... era Selena.

En un abrir y cerrar de ojos, llegaron los tres días previos al procedimiento de eutanasia.

Milena acudió al hospital para su último chequeo.

Andrea repasó los resultados con una expresión seria.

—Señorita Braga... está embarazada.

—Le recomiendo suspender tanto la eutanasia como la donación de órganos, al menos por ahora.

Milena se quedó inmóvil.

—¿Estoy... embarazada? —susurró, sin poder creérselo.

Una oleada de emociones le recorrió el cuerpo.

Con las manos temblorosas, se llevó los dedos al vientre, como queriendo confirmar que, de verdad, algo estaba creciendo ahí.

Una mezcla dulce y amarga le llenó el alma.

Sentía miedo, ternura... y un temblor que le nacía desde lo más profundo.

Por primera vez en mucho tiempo, tuvo ganas de quedarse.

Andrea asintió con seriedad.

—Sí. Si decide continuar con el embarazo, tendrá que guardar reposo absoluto desde ya. El proceso va a requerir monitoreo constante, apoyo médico diario... pero existe la posibilidad de que llegue a término.

—Eso sí, su cuerpo ya no podrá ser considerado para una donación post mortem.

Milena bajó la mirada.

—Por favor... denme unos días para pensarlo bien.

Salió del consultorio con el pecho lleno de dudas. Caminaba despacio, como si las ideas le pesaran.

Tenía la mente llena de pensamientos: del futuro, de lo poco que le quedaba, de lo que quizá aún era posible.

Y justo cuando llegó al ascensor del área de ginecología... se topó con una escena que no esperaba.

Bruno sostenía a Selena con cuidado, mientras ella acariciaba su vientre con una expresión entre tímida y feliz.

Él también la vio, y frunció el ceño. Su voz sonó seca:

—¿Otra vez enferma?

Hasta hacía poco la había traído al hospital, y ahora ella volvía sola... ¿para qué?

Milena no respondió.

No sabía si debía decirle que estaba embarazada. Al final del día... era su hijo. ¿No tenía derecho a saberlo?

Pero antes de que pudiera decir algo, Selena ya estaba a su lado.

—¡Hermana! ¡Justo te estaba buscando! Tengo una noticia hermosa... ¡Estoy embarazada! —dijo con una sonrisa desbordante, como si realmente fuera la esposa de Bruno.

Le tomó la mano y la llevó con sutileza hacia las escaleras de emergencia.

Apenas se alejaron lo suficiente de Bruno, la sonrisa desapareció.

Selena se inclinó hacia su oído y le susurró con tono venenoso:

—Venir al ginecólogo así... no es buena señal, ¿no?

—Dime algo, hermana... si nos pasara algo a las dos... ¿a quién crees que Bruno correría a salvar primero?

Milena la miró, desconcertada, sin tiempo siquiera de reaccionar.

De repente, Selena alzó el brazo, soltó un grito agudo y se dejó caer por las escaleras... llevándose a Milena con ella.

—¡Ahhh!
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